El libro que desencadenó las anuales primaveras esoterocultistas (y sus cruciales efectos posteriores)
Todo empezó la primera semana de abril de 2015.
Mi mujer organizó un viaje de varios días en el que recorreríamos España de una punta a la otra, trazando casi una línea recta. El objetivo final era reencontrarnos con su hermana Cristina, solo un año menor. Debido a la difícil infancia familiar pasada, ambas están unidas por un estrecho e intenso vínculo afectivo.
Cristina salió de viaje el 31 de marzo de 2015, día de su cumpleaños, en dirección al norte de la península para desconectar de la situación personal y profesional que estaba viviendo, recorriendo Galicia (primero Lugo y luego Rivadeo). Al llegar a Oviedo, la capital de Asturias, experimentó un "bajón" anímico debido a toda esa marabunta emocional en la que estaba inmersa y mi mujer decidió organizar un viaje para reencontrarnos con ella y pasar unos días juntas compartiendo.
Salimos de Orihuela el 3 de abril de 2015 en dirección Oviedo, con el coche que teníamos en aquella época (un Opel Astra azul oscuro a gasolina del año 2000, propiedad de mi mujer antes de conocernos dos años y medio atrás). Conducía ella. La primera parada fue en Cuenca, muy cerca de las casas colgantes, donde pasamos la tarde en un paraje natural apartado. Dormimos en un motel barato de carretera y al día siguiente seguimos el viaje hasta Oviedo, encontrándonos con Cristina. La aventura nos llevó a los tres por un recorrido asturiano, de Gijón a Villaviciosa, donde pasamos tres días inolvidables y muy significativos en un piso que alquiló mi mujer.
Allí, tumbado en la cama uno de esos días, escuché música de Mike Oldfield (su último trabajo importante, 'Music of the Spheres', de 2008, tal vez el más importante de todos a juicio de lo que experimenté) en el ordenador portátil, donde tenía la discografía descargada en ese momento.
De pronto entré en una profunda relajación inducida por la respiración pero sin buscarla a propósito. No me quedé dormido, a diferencia de otras veces y mi atención se agudizó al máximo. A medida que el multinstrumentista británico más evocador desplegaba aquella mágica "música de las esferas", mi mente, mi conciencia, mi alma, mi espíritu, mi ser, no lo sé, se "expandió por el universo", hasta llegar al vacío y la nada. A pesar de todas las experiencias espirituales y/o místicas que había tenido desde los últimos meses de 2001 y los primeros de 2002, jamás había accedido a esa vivencia crucial de la total disolución temporal pero consciente y vigílica en la nada del vacío. Porque la evidenciación presencial acaecida casi tres años atrás (el 5 de julio de 2012 en Alicante, tras ingerir una pequeña dosis de LSD) implicó un estado de conciencia plenamente consciente, pero no una disolución total en la nada del vacío, sino una drástica disminución de la sensación del yo o identidad personal, sin llegar a la despersonalización ni nada parecido, que muchas veces la psiquiatría le atribuye a estas experiencias subjetivas. Aquella sensación interna de "disolución" marcó un significativo punto de inflexión en mi vida, que dos años y medio después se manifestaría como el fundamento de este blog y mi vida hasta hoy: la liberación definitiva.
Pero todo lo que pasó en ese inesperado viaje que mi mujer improvisó sobre la marcha para ayudar a su hermana menor, fue catalizado gracias al encuentro de un libro en Códex, poco antes de salir de viaje. Acudí a una de mis dos librerías principales para cumplir con una especie de ritual personal, que consiste en comprarme un libro (o varios, según lo que encuentre y con lo que conecte) antes de salir a viajar. Por norma general, especialmente si el viaje va a resultar trascendental en mi vida, suelo encontrar algo que marca un punto de inflexión, lo cual, a efectos prácticos, implica cerrar una etapa vital y empezar otra nueva que altera su rumbo.
El libro se titulaba El camino del loco. Un iniciado moderno nos descubre los antiguos misterios. El autor figuraba como Mark Hedsel en la portada, pero enseguida descubrí uno de los aspectos más fascinantes del libro: era un misterioso personaje enigmático, casi más mítico o ficticio que real, al estilo Fulcanelli o algo parecido. Daba la impresión de que Mark Hedsel fuera el álter ego usado por su verdadero autor, presentado en el libro solo como su escriba, el escritor estadounidense David Ovason. El libro era muy barato, apenas valía 18 euros. Tenía 573 páginas y tanto la impresión, como el papel, la encuadernación cosida a hilo, las tapas en rústica pero con un cartón de calidad y el inequívoco peso del libro indicaban la gran calidad. La traducción también era buena. El único fallo estaba en la corrección ortotipográfica y de estilo, pues presentaba una gran cantidad de errores gramaticales o erratas. Eso desmerecía un tanto la lectura, por el único descuido de edición, pero quedaba subsanado con todo lo demás, especialmente el contenido. Desconocía por completo la editorial que lo había publicado, Nous Editorial, siendo todo un prometedor descubrimiento. El libro era una primera edición publicada en diciembre de 2014, pero, no obstante, afirmaba que era una primera edición en esa editorial, lo cual parecía indicar que podría haber alguna edición anterior. La edición original en inglés era de 1998 y se titulaba The Zelator. A modern initiate explores the ancient mysteries. Nunca había oído hablar ni del autor ni de ese magnífico libro con anterioridad a mi descubrimiento.
Investigando poco después descubrí que, efectivamente, ya existía una edición anterior en castellano, de la cual se hizo cargo Ediciones Martínez Roca, potente sello editorial del Grupo Planeta desde 1992 que, entre otras cosas, tiene un interesante catálogo de espiritualidad. Aquella verdadera primera edición fue publicada en abril de 1999 con una traducción literal del título original, pero un subtítulo diferente, al contrario de lo que sucede con la reedición, tres lustros después, de Nous (donde el título es diferente pero el subtítulo es una traducción literal): El Celador. Solo los iniciados alcanzarán la antigua sabiduría. Era a todo lujo, en tapas duras con sobrecubierta.
Me quedé sorprendido por las singularidades de la vida y cómo suceden los encuentros solo cuando son exactamente necesarios, ni antes ni después, en especial los libros de espiritualidad, orientalismo y esoterocultismo. Casualmente (o no) jamás tropecé con aquella primera edición de Martínez Roca y eso fue algo curioso, pues el Grupo Planeta tiene la mejor distribución comercial de sus libros por todas las librerías, contando también que al dar comienzo 1999 yo estaba en el apogeo de las lecturas esoterocultistas, pero dudo mucho que de haberlo encontrado y leído hubiera provocado lo mismo que provocó su encuentro y lectura, tres lustros después, en la reedición de Nous. Porque las dos veces que ha sido editado en España, ha sucedido lo mismo: no parece tener éxito ni encontrar su público lector, por tanto pasa desapercibido y acaba pronto descatalogado. Y me parece una gran pena este hecho, porque nunca he visto ni leído un libro tan bueno, singular e inusual dentro de las temáticas esoterocultistas. Supongo que será por eso mismo que pasa desapercibido o no se le presta la atención correcta.
En mi caso puedo asegurar que la vivencia de "disolución" compartida más arriba fue preparada sin duda por este libro. Su aparición fue inesperada, proverbial y plenamente metamákgica en su sentido más amplio, cuatro años antes de que se desocultara el concepto y ocho años antes de que se activara como el nuevo paradigma más avanzado de magia ocultista (para más información acude aquí: metamakgia). Su primera lectura fue la más crucial de todas (hoy lo he leído dos veces al completo y he tenido varios intentos de lectura no consumada entre medias). Es el libro más raro y extraño que he leído en mi vida, como si hablara un lenguaje arquetípico escondido y ocultado entre las palabras conocidas que lo componen y articulan. A medida que lo leía entraba en un estado de conciencia alterna, como si me transportara a otra realidad donde se desocultaban sentidos y significados muy diferentes a lo expuesto. Era como si las palabras ocultaran una extraña realidad solo accesible tras una especie de acto ritual iniciático mistérico por el que me conducía la narración de las aventuras, peripecias, experiencias y reflexiones hedselianas, tanto si Mark Hedsel fue un ser humano real, como si fue un arquetipo alquímico inventado por David Ovason.
Algo harto difícil y muy complicado de explicar, pues evoca una serie de estados de conciencia para los que no hay referencias conocidas y que me provocaban todo un amplio repertorio de sentimientos, emociones y sensaciones ajenas a la percepción cotidiana de la realidad material conocida, por tanto estimulaba una exploración más allá de los límites de la realidad, haciéndome entrar primero en un estado de profundo silencio mental interno, exactamente lo previo necesario para desconectar de la realidad cotidiana, sostenida por una serie de estructuras neuronales y mentales cerradas por cada sistema de creencias y condicionamiento operante, que funciona cual "telaraña" inmaterial que nos atrapa a la consciencia local, para seguir repitiendo los mismos comportamientos, hábitos y costumbres de manera compulsiva e irreflexiva, impidiéndonos así nosotros mismos, por decisión voluntaria aunque inconscienciada, acceder o abrirnos al menos a la consciencia no local, donde está la amplitud ilimitada de lo desconocido, siempre fuera de nuestro marco neuronal, mental, cognitivo y perceptivo tanto muy limitado como ultralimitante.
El primer ejemplar de El camino del loco que tuve lo compré el 2 de abril de 2015 en Códex. Ese día lo descubrí por primera vez, como ya he contado. Permaneció inusualmente conmigo hasta el 6 de julio de 2019, cuando lo vendimos en Wallapop, dos días antes del primer gran tránsito vital y cambio de vivienda que hicimos mi mujer y un servidor en Orihuela.
Mi relación con los libros es especial y curiosa, pues aunque los trato con el mayor mimo y cuidado bibliófilo que puede existir, como si fueran joyas irrepetibles del más alto valor (para mí lo son sin duda), no obstante llega un momento en el que la acumulación no es viable y necesito liberarme de toda una biblioteca para reiniciarla. Durante el último lustro esa liberación ha tenido que ver con los cambios de vivienda y los tránsitos vitales nómadas, vendiendo o regalando mis últimas cuatro o cinco bibliotecas representativas de las etapas vividas. Y el pistoletazo de salida lo dio aquel primer cambio de vivienda que acaeció en el verano de 2019, vendiendo, entre muchos otros, mi primer ejemplar de El camino del loco. En ese momento llevaba varios años desconectado del libro. Las veces que intenté volver a su lectura fueron fallidas, dejándolo a medias. Era la misma frustración "nietzscheana" de siempre, humana, demasiado humana: buscar a propósito revivir aquella primera experiencia de "disolución". Como puedes imaginar, nunca más volvió a repetirse y El camino del loco quedó nuevamente velado por las palabras escritas. De esotérico pasó a exotérico y nada pude hacer por recuperar lo perdido. Por tanto no quise llevarme una "losa" muerta detrás (pues de la misma manera nunca me hubiera deshecho de ningún libro). La única satisfacción que me quedó fue conocer a la persona que lo compró, un hombre orcelitano de mediana edad que era tatuador y se le notaba un gran interés por el esoterocultismo, a pesar de solo verlo un instante durante la transacción monetaria.
A partir de entonces, cada cierto tiempo volvía el recuerdo de El camino del loco a mi cabeza y lo añoraba, pensando que me había equivocado al venderlo. Pero ni siquiera intentaba buscarlo de nuevo. Di por hecho desde el primer momento que ese libro estaba descatalogado.
El segundo ejemplar de El camino del loco que tengo me lo compró mi mujer el 15 de octubre de 2024, tras encontrarlo en Amazon. Llegó al día siguiente por la mañana. Nada más llegar me puse a leerlo y completé la segunda lectura en ocho días, paladeando cada extenso capítulo día a día (siete más un extenso estudio preliminar). Fue el reencuentro renovador más significativo del último lustro. Y medio año después ha revivido, como nada ni nadie, las primaveras esoterocultistas que dieron comienzo hace una década, tras su primera aparición, primera lectura y primera experiencia subjetiva de "disolución". Así que voy a por la tercera y exegética lectura, 16 días antes de finalizar mi liberación definitiva.



