Mi inquietante, al límite y sombrío día de la mujer
Sábado, 8 de marzo de 2025.
20:29.
Hoy es el día de la mujer.
Acabo de abrir este post (o artículo o como se llame) y de repente no me venía un mísero título a la cabeza.
El terror de dar comienzo a un escrito y quedarte en blanco, como tantas veces reflejan las películas o las series televisivas.
El popular, manido y hasta ridiculizado "bloqueo" del escritor.
En realidad no me venía el título a la cabeza durante un par de minutos porque estoy en un estado de incertidumbre y al límite. Pero ha llegado directamente. Solo que esos dos minutos le daba un poco de (tal vez) literario suspense al comienzo. Bueno, empecemos, pues.
Hoy ha sido uno de esos días, como los suelo llamar. Sí, ya sabes, me refiero a uno de esos días raros y extraños. Uno de esos días sombríos y cuasi lovecraftianos, diría yo. Todo está genial ahí fuera o al menos igual que siempre, sin grandes novedades. No ha pasado una catástrofe ni calamidad alguna. No se ha cumplido ningún escenario de ciencia ficción apocalíptica ni ha empezado una realidad postapocalíptica al estilo "madmaxiano" o algo parecido. Sí, amigos conspiranoicos, tampoco los reptilianos, illuminati, el club Bilderberg ni los judíos todopoderosos y malévolos han implantado el Nuevo Orden Mundial de pesadilla orwelliana. Pero, no obstante, tú sí estás en una calamidad psicológica. La verdadera conspiración postapocalíptica y de pesadilla imaginaria está en tu cabeza. Porque tu cabeza no para y absorbe toda posibilidad de presencia en una ausencia; la ausencia de siempre; la ausencia cotidiana en la que vive y se sostiene activo y vivo el mundo humano.
La naturaleza de esa ausencia es la inconscienciación.
Sin ausencia como estado de conciencia habitual no podría existir el mundo tal y como lo hace. Probablemente por eso funciona como funciona y es el fundamento de toda vida humana. Y básicamente todo ser humano, en general y por norma general, es una ligottiana marioneta, manejada por impulsos vitales y psicológicos que desconoce; un zombi como mucho. ¿No me crees? Observa a tu alrededor. Bill Gates, George Soros o los Rothschild y los Rockefeller también están incluidos. Son igual que cualquier otro humano, aunque con apariencia diferente: mucho más ricos, con mucho mayor poder e influencia, pero en la misma ausencia e ignorancia. Con los mismos desconocimientos, incertidumbres y preocupaciones que el resto de pobres desgraciados mortales. Sí, aunque a muchos les parezcan cucarachas, sanguijuelas o reptiles viles y abyectos, siento decirte que son humanos. Como cualquier otro ser humano lo es. Cuidado con este detalle, porque deshumanizar siempre es el paso previo antes de un genocidio. ¿No me crees de nuevo? Estudia al detalle la historia del siglo XX, especialmente en Alemania y Rusia. Pero no, evidentemente no te estoy diciendo que mires con tus ojos sucios y condicionados por todo ese bagaje que arrastras y cargas encima, no. Te estoy diciendo que observes de verdad más allá de lo que proyectas cuando miras. ¿Qué proyectas? ¿Puedes observar y ver en lugar de mirar?
Los cambios pueden suponer algo mejor o algo peor, nunca se sabe hasta que pasa el suficiente tiempo. Pero hay algo que los cambios siempre traen consigo y es lo que nos hace rehuirlos como "alma que lleva el diablo". Evidentemente lo que siempre traen los cambios es incertidumbre. Y nadie, absolutamente nadie que se precie en ser humano tolera, soporta ni acepta de buen grado los cambios, pues nadie soporta, tolera ni acepta de buen grado la incertidumbre. Y la recta final de lo que vengo llamando, desde finales de 2017, "la liberación definitiva", solo me está trayendo una cantidad de cambios y un nivel de incertidumbre pocas veces vivido en los casi 50 años de vida que llevo a cuestas. Me faltan apenas dos meses para cumplir los cincuenta y estrenar la cincuentena, pero jamás en la vida he visto el horizonte tan lejos e imposible de llegar a él. Es una inquietante sensación de no sé cómo describirlo. Por eso, al escribirlo, parece como si lo "exorcizara" o algo así.
Sí, claramente Bukowski tenía razón cuando afirmaba que si no hubiera tenido la escritura (y fue uno de los más grandes grafómanos que ha existido) se habría "volado la tapa de los sesos" o se hubiera vuelto loco.
Escribir es algo satisfactorio e inequívoco para mí, especialmente cuando atravieso una mala racha o los "vientos" psíquicos no "soplan", aparentemente, a mi favor.
Y ahora, precisamente ahora mismo, desde hace siete meses ya, no podría decir que esté en una mala racha ni nada parecido, sino todo lo contrario. Nunca he atravesado mejor momento en mi vida. Estoy de pleno en la mejor etapa con diferencia. Y no obstante... la mente, la puta mente, no para de volverse demente. Es como si en el fondo existiera una duda perpetua, un cuestionamiento, un alzamiento cínico y suspicaz de cejas, algo así como un 'atento, chaval, no te descuides que como lo hagas van a venir las hostias a diestro y siniestro'. ¿Te das cuenta? Es la mente que tenemos, sí, tú y yo y cualquier ser humano, la mente humana que se nos ha dado, se ha desarrollado sola por mutaciones azarosas del cerebro y la evolución de las especies, un capricho, castigo o bendición de un dios, de los dioses, de los demonios, de la tortuga que sostiene el mundo, del Tao, de las energías cósmicas, de las supercuerdas cuánticas o, bueno, ya sabes, en estos tiempos que corren o al menos hoy, de la diosa... ¿Qué sé yo? ¿Quién lo sabe en realidad?
Debido a nuestra forma de vivir al límite, sin previsión de futuro, exprimiendo y disfrutando de cada instante con una intensidad que solo podrías entender si vivieras con nosotros, mi mujer y yo nos vimos abocados a un primer cambio que nos trajo no poca incertidumbre. ¿Karma, castigo divino, justicia cósmica retributiva, la consecuencia obvia y evidente de vivir así en un mundo ciego, sordo y mudo, cual demiurgo gnóstico o cualquier otra variante que un humano pueda especular según su sistema de creencias?
El 8 de julio de 2019 tuvimos que abandonar el piso de alquiler en el que empezamos nuestra primera vinculación sentimental y afectiva, por impago. Las deudas económicas se comían todo el sueldo de mi mujer y yo hace dieciséis años que no tengo un trabajo remunerado. Así que nos fuimos provisionalmente a una vivienda unifamiliar de dos plantas pero bastante pequeña, que era propiedad de su familia. El problema eran una amplia cantidad de problemas: estaba en el peor barrio marginal de Orihuela, tenía ratones, cucarachas y mosquitos o cuando llovía entraba el agua por todos los sitios. Un desastre por donde lo miraras, pero al menos teníamos algo parecido a una vivienda, aunque yo lo llamaba "el zulo".
Por descontado que vernos así fue consecuencia de vivir como vivíamos, irracionalmente, pues con previsión y una mejor gestión razonable del dinero ganado o que entraba por diversas fuentes a nuestra vida, jamás nos hubiéramos visto muy probablemente como nos vimos. Al menos nunca hubo motivos inesperados o provenientes de vicisitudes que trae la vida sin buscarlo. Pero nosotros, al igual que cualquiera, llevamos la vida a nuestra manera y el hecho de vivir como ser humano no es fácil para nadie.
Cada cual lo lleva como mejor puede y con sus psicoestrategias particulares, en total inconscienciación o al menos, rebajando mucho el nivel de conciencia: comida basura, tabaco, alcohol, drogas, psicofármacos, juegos de azar, videojuegos, películas, cómics, literatura y todo ese amplio etcétera que nos distrae de nosotros mismos y de la conciencia. ¿Nunca te has preguntado por qué más del 90 % de la comida a la que puedes acceder en un comercio cualquiera que venda productos comestibles no es comida, ni siquiera podríamos decir que tiene valor nutritivo alguno, sino que se trata de sucedáneos comestibles con apariencia de comida? ¿Acaso crees que esos productos van dirigidos al cuerpo y sus necesidades nutricionales de supervivencia?
Fíjate cómo es vivir siendo humano, que preferimos autodestruirnos y pagar el precio de todas las enfermedades, achaques y padecimientos que ya sufrimos o que sufriremos en el futuro, solo por rebajar un poco el nivel de conciencia y hacer la vida soportable. De ahí que si cuantificáramos el valor real que produce la industria de la evasión de nosotros mismos, nos daríamos cuenta de que toda civilización y sociedad se sostiene sobre los mismos pilares y todos ellos implican la evasión de nosotros mismos (y sí, ahí dentro va también cualquier paquete que vende un ficticio, insulso, banal y falso "despertar": va el yoga, la meditación, las religiones, la espiritualidad, el pensamiento positivo, la "ley de la atracción"...).
Fue muy difícil pero aguantamos hasta el 20 de noviembre de 2023 en "el zulo". Evidentemente lo aguantamos de la única manera que se puede aguantar una vida insatisfactoria: mediante la continua evasión de nosotros mismos. Pero hasta cuando la vida es plenamente satisfactoria, seguimos igual huyendo y evadiéndonos. Observa un poco y luego me cuentas. ¿Por qué será así? Mi especulación subjetiva me lleva a esta conclusión provisional: la vida se caracteriza siempre por lo mismo: hay momentos y momentos, pero... Esa es la verdadera definición que para mí representa la vida: sea lo que sea, según los momentos y las etapas, siempre habrá un pero. Cuando entiendes la esencia de lo que te estoy contando y eres capaz de mantener un instante la observación real de lo que hay y de lo que es, entonces empiezas a ver y pensar en cosas, aspectos, reflexiones, ideas, que acaban desembocando en una serie de comportamientos que, me parece, te conducen a eso que he llamado "la liberación definitiva". Pero esto es una creencia personal sin más que yo ahora he decidido "vomitar" por aquí para quitármela de encima.
El 20 de noviembre de 2023 salimos del "zulo" acuciados por una circunstancia conflictiva que sucedió con uno de los vecinos por mi parte, apenas cuatro días antes. Era una estupidez sin aparente sentido y normalmente cuando ha pasado algo así en mi vida siempre le he dado el mismo sentido y significado: el suceso implica algo inequívoco y es que una etapa ha terminado y empieza otra diferente. Siempre he vivido igual, gestionando mi vida por etapas que empiezan y terminan, como si fueran vidas en sí al completo.
Como no teníamos vivienda, hicimos dos tránsitos vitales en sendas viviendas habitadas por los familiares de mi mujer, pero nosotros no hemos sido nunca de convivencia con nadie, mucho menos con su familia, por tanto las cosas acabaron como el "rosario de la aurora" más pronto que tarde. Y así, el 1 de agosto de 2024, tras vérnoslas y deseárnoslas, encontramos nuestra nueva vivienda y un verdadero proyecto de hogar estable donde terminar mi presunta "liberación definitiva", cuando la circunstancia llegó a un límite insospechado.
Bueno, en realidad es cierto que muchas religiones, especialmente orientales, como el hinduismo o el budismo, hablan también de algo parecido a la "liberación definitiva", pero probablemente sea una concepción distinta a la mía, en especial por un detalle nada nimio: nunca se puede alcanzar mi concepción de "liberación definitiva" llevando una vida monástica, meditando, o siguiendo un corpus doctrinal y creyendo en un dogma de fe, donde se incluyan dioses, seres divinos o sobrenaturales imaginarios, jerarquías celestiales, reencarnación, leyes cósmicas, cosmogonías, cielos e infiernos, etcétera. Todo lo contrario. Alcanzar esa "liberación definitiva" implica renunciar a todo, donde esa renuncia habla antes de las creencias, las costumbres y los apegos psicológicos residuales, que a lo material. Y el mayor apego que todos tenemos es a la vida. Por eso procreamos en plena inconscienciación impulsiva y visceral, porque necesitamos que nuestro árbol genealógico y por tanto la vida humana (aunque el verdadero motivo psicológico es muy personal e identitario) continúe existiendo. Procrear, por definición, es el acto principal que impide alcanzar "la liberación definitiva". Lo que pasará al procrear es que nosotros simplemente desapareceremos como entidad e identidad al morir, pero todos nuestros contenidos continuarán como extensión del árbol genealógico al que pertenecemos, a menos que nuestra descendencia muera antes de procrear a su vez. A eso, los hindúes suelen llamarlo samsara y es la esencia del sufrimiento. Pero nadie puede hacer nada por evitarlo, pues la "rueda" de los nacimientos y las muertes debe continuar indefinidamente por inercia hasta que se pare por sí misma. Se parará un día inevitablemente, pero mientras tanto solo puedes esperar verlo y darte cuenta por ti mismo, actuando en consecuencia. No sé por qué motivo ni razón, pero yo lo hice bien pronto. No lo busqué, no lo aprendí de nadie, no lo estudié en sitio alguno. Solo supe que no iba a procrear con una firme convicción, sin tener ni idea de por qué sería así. Luego, a finales de 2017, llegaron las respuestas y he necesitado hasta hoy para asimilarlas. Se trata de algo que cada cual, si debe hacerlo, tiene que descubrirlo por su cuenta. De todas formas y en última instancia se trata de una especulación subjetiva sin mayor importancia. Una gilipollez más de tantas que digo.
A partir del 1 de agosto de 2024 nuestra vida cambió a mejor y desde entonces no ha parado de mejorar a todos los niveles. Pero simultáneamente tampoco se han detenido toda una serie de achaques menores de salud que me están llevando al límite, aprendiendo así no solo a lidiar con mi mente y sus hiperactividades pensantes, sino a ir soltando apegos psicológicos residuales a marchas forzadas, mutando mi estado de conciencia y obteniendo resultados inmediatos que durante unos 28 años han sido un incómodo y muy limitante lastre arrastrado hasta recientemente.
Mi mayor apego limitante ha sido, hasta el 11 de noviembre de 2024, un trastorno de la conducta alimentaria que no existía hasta 2013 y que desde entonces se llama trastorno por atracón o TA, cuando la APA decidió incluirlo en el DSM-5. Lo desarrollé en 1997 aproximadamente, debido a mi consumo compulsivo de productos comestibles ultraprocesados, pues no me cabe la mínima duda, por experiencia propia, de que esos productos están diseñados para estimular un consumo compulsivo y excesivo, saltándose todas las barreras biológicas del apetito. En realidad se trata de un crimen de lesa humanidad, pero estamos tan ciegos que somos incapaces todavía de verlo. Desde entonces intenté infinidad de veces cambiar mi dieta, estudiando a fondo el tema de la nutrición, primero desde todas las pseudociencias y sus afirmaciones infundadas, pero luego pasando a la ciencia basada en la evidencia, en concreto la nutrición humana y dietética, leyendo libros de autores especializados, donde destaca el divulgador Julio Basulto Marset. Todo ello lo conté, hablando largo y tendido, en el otro blog personal de breve duración, que escribí desde el 24 de agosto de 2024 hasta el 23 de enero de 2025, al sentir que ya había dicho todo lo que tenía que decir: Alimentación y salud.
Lo frustrante de aquella condición limitante que me impedía tener una vida plena, "esclavizado" psicológicamente por las recaídas en el consumo compulsivo de productos comestibles ultraprocesados a los que me volví adicto desde la infancia en realidad, era no poder alcanzar una alimentación 100 % saludable, que era lo que en realidad quería y buscaba, estudiando la cuestión a fondo durante muchos años.
Pero la situación social no es precisamente nada halagüeña ni amiga de la salud, sino todo lo contrario, pues todos los entornos urbanos que habitamos son obesogénicos por definición y evidentemente cada espacio comercial que vende productos comestibles está patrocinando todo tipo de enfermedades, achaques y problemas de salud, por mucho que ahora esté de moda el hipócrita anglicismo "fitness" y la gente que cree en ello, también cree simultáneamente que lleva una vida saludable de verdad. No, la verdadera solución pasa por un cambio radical en la oferta de alimentos saludables (frutas frescas enteras, verduras, frutos secos crudos o tostados sin sal, legumbres y cereales integrales), así como la restricción máxima de productos comestibles ultraprocesados. Algo que, a estas alturas y con todo el mundo enganchado a sus "chutes" de azúcares añadidos o libres, grasas vegetales hidrogenadas, harinas refinadas, quesos de todo tipo o carnes procesadas, entre otras cosas por el estilo y una depredadora industria alimentaria, muy improbablemente la situación cambie.
Pero los cambios realmente duraderos y transformadores suelen llegar, como suele llegar todo lo importante y crucial en la vida, de la manera más inesperada. Psiquiatras y psicólogos ofrecen presuntas soluciones a los presuntos problemas psicológicos derivados precisamente del tipo de sociedades evasivas de nosotros mismos e insaludables que hemos creado y habitamos. ¿Por qué, si no, han aumentado tanto los diagnósticos psicopatológicos y la gente se siente más sola que nunca, cuando se supone que todo el mundo está interconectado e internet se ha impuesto en todo el mundo, borrando fronteras y barreras? ¿Por qué estamos, entonces, más polarizados, dualizados, ideologizados, insatisfechos y enfadados que siempre? ¿Qué pasa con las redes sociales, el narcisismo exhibicionista, el delirante postureo moral, la desquiciante cultura del odio y la intolerante cultura de la cancelación, en nombre de la igualdad, la corrección política y el lenguaje inclusivo? ¿Psicólogos y psiquiatras están resolviendo estos problemas o son más bien son parte del problema, del cual sacan su tajada aumentando los diagnósticos psiquiátricos (psiquiatrización de la vida cotidiana) y ofreciendo supuestas soluciones?
Curioso el caso. De ahí que Krishnamurti afirmara muy certeramente que no era síntoma de salud mental estar bien adaptado a una sociedad enferma. Lo suscribo. Yo nunca encontré solución alguna con ellos sino todo lo contrario, como ya conté en el primer post de introducción. Por descontado que la solución a mi mayor problema de salud y bienestar no vino gracias a ellos sino a otro problema de salud que cumplió una especie de rara y muy extraña función correctora y reeducadora a nivel alimentario. ¿Te lo puedes creer? Yo tampoco.
Todo sucedió a partir del 11 de noviembre de 2024. Ese día me fui a caminar por la tarde, sudando y enfriándome. Así fue como se agravó un problema respiratorio que había dado comienzo dos semanas antes con el cambio de temperatura. El problema implicó una especie de resfriado que no manifestaba los síntomas habituales de mucosidad, sino todo lo contrario, es decir, sequedad nasal. Entonces empecé a respirar con un poco de dificultad. Se trataba de una especie de disnea leve pero suficiente como para activar procesos psicológicos ansiógenos. No era preocupante a nivel físico, pero sí a nivel psíquico.
Esa limitación respiratoria me acompaña desde entonces, al principio de una manera más intensa, durante el primer mes y luego de una manera más suave, como una especie de recordatorio residual que no terminaba de resolverse. Por los síntomas deduje que sería rinitis seca o vasomotora, debido a la ubicación de la vivienda que habitamos (pues probé establecerme en dos habitaciones diferentes, hasta que di con la clave en la tercera y última, por sugerencia de mi cuñada menor, la única que da al exterior, donde pude respirar mucho mejor desde el 11 de diciembre de 2024) y el frío estacional de otoño e invierno, aunque decliné acudir al médico. Al seguir las indicaciones establecidas para ese problema (lavados nasales con agua de mar isotónica) la situación mejoró considerablemente, aunque no se resolvió del todo.
Otra vez la desconfianza derivada de mi sistema de creencias condicionante y experiencias vitales, me jugaba malas pasadas a las puertas de alcanzar presuntamente "la liberación definitiva". Aunque en este caso ha sucedido algo increíble pero cierto: se ha resuelto espontáneamente el trastorno por atracón y no he podido volver a comer sucedáneos comestibles ultraprocesados. Los dos o tres intentos de comer algún dulce insano o un aperitivo salado que he tenido desde entonces, más como prueba para ver si eran ciertos o no los cambios radicales que estoy experimentando, que otra cosa, han resultado en un rotundo fracaso. Antes una sola exposición de consumo era suficiente para una recaída cercana o muy parecida a la que experimenta un ex fumador, un ex alcohólico o un ex heroinómano.
¿Cómo puede ser? El mecanismo que probablemente lo explica parece muy sencillo y aparentemente lógico por deducción, al menos a mi subjetivo juicio: durante el primer mes solo podía comer lo justo, pues si me pasaba un poco comiendo, la sensación de falta de aire era mayor, fuera objetiva o fuera subjetiva. Si comía mal también notaba un empeoramiento. Así que gracias a esa limitación respiratoria se produjeron dos cambios duraderos y estables hasta hoy: el primero fue no volver a experimentar un solo atracón de comida, fuera insaludable o fuera saludable, no importa. El segundo fue no volver a comer productos comestibles ultraprocesados ni comida insana, ciñéndome a una alimentación 100 % saludable, basada en frutas, verduras, frutos secos, legumbres y cereales integrales. Es lo que deseaba, quería y buscaba desde el 1 de enero de 2023, pero era incapaz de sostener durante más de tres semanas, un mes a lo sumo. Incluso los huevos y los lácteos, que habían estado incluidos en mi alimentación habitual hasta entonces, dejaron de apetecerme sin más y no he vuelto a consumir desde hace tres meses, porque he dejado de verlos como comida, al igual que sucedió con la carne y el pescado hace una década.
Pero como luego la limitación ha seguido en segundo plano, cual recordatorio invernal, mejorando o empeorando según el frío y el tiempo ambiental que hiciera, como supuse y deduje que pasaría, ese efecto ha hecho que pasen cuatro meses y se establezca un hábito corrector de la conducta alimentaria, desapareciendo el trastorno por atracón y los patrones de consumo y recaída en la comida basura. ¿Es posible que sea cierto o solo se trata de un espejismo ilusorio que acabará por desvanecerse? Nunca se sabe, especialmente cuando has explorado los límites de la realidad hasta sus últimos recovecos y sabes cómo es de imprevisible la vida.
Curiosamente, el 15 de agosto de 2024 tuve un herpes labial que derivó en amigdalitis vírica pocos días después. Aunque he tenido muchos herpes labiales en mi vida, no recuerdo una amigdalitis vírica derivada. Esos días también tuvieron un efecto corrector con los atracones (pues no podía tragar bien) y el consumo de comida basura, pero pasada la amigdalitis a los cuatro o cinco días, todo volvió a la normalidad anterior y las costumbres habituadas durante casi tres décadas.
El efecto ha sido inequívoco desde entonces. El único problema (por suerte) que he tenido de salud por culpa de mi adicción a la comida basura y su consumo compulsivo desde bien pronto, con la consecuencia del desarrollo de un trastorno por atracón hasta el momento, ha sido sufrir una obesidad que cada vez empeoraba más por el tiempo, quedando atrapado en la trampa oscilatoria que la caracteriza. Hasta febrero de 2006 estuve en mi normopeso, enfermando luego con obesidad (sí, la obesidad no es una condición normal ni saludable de la persona, como intenta hacer ver la moda de la "positividad" corporal y la falaz idea de los "cuerpos no normativos", sino una enfermedad crónica que tiene mala solución y peor pronóstico, debido a muchos factores, la mayoría de ellos sociales, políticos y económicos) a partir de entonces. La obesidad es la enfermedad principal asociada al TA o trastorno por atracón.
En diciembre de 2012 conseguí perder todo el peso tras una experiencia crucial que tuve cinco meses antes, al tomar una pequeña dosis de LSD-25 en el marco de mi investigación sobre los límites de la realidad, entrando en un estado muy intenso de presencia totalmente consciente durante varias horas y que luego se extendió residualmente durante cinco meses, tras estabilizar la experiencia con dos sesiones más que se extendieron entre julio y agosto de 2012. Pero a principios de 2013, mientras abandonaba Alcoy y empezaba una nueva vida en Orihuela, con mi mujer y la incertidumbre acechando agazapada en cada esquina, volví a recuperar progresivamente todo el peso perdido, padeciendo obesidad otra vez, más pronto que tarde, y empeorando así mi condición física cuatro años después.
En Alcoy y Alicante (donde empecé a padecer por primera vez obesidad, pues la obesidad es una enfermedad metabólica que se sufre, no una condición ni tampoco elección voluntaria de la persona por gula o pereza) llegué a oscilar entre los 90 y los 105 kilos de peso. Mi normopeso había estado entre los 65 y los 70 kilos hasta los 29 años de edad. Pero en Orihuela subí hasta los 117 en 2017 por primera vez, oscilando a partir de entonces entre los 110 y los 122. La última vez que estuve en los 122 fue el 24 de octubre de 2023. Luego bajé a los 110 el 1 de febrero de 2024 y me mantuve estable en ese peso hasta el verano, pero volví a subir debido a la inestabilidad sin hogar que vivimos entre el 12 de mayo y el 31 de julio. El 15 de agosto de 2024 bajé de nuevo a los 110 y a partir de entonces me mantuve estable sin oscilar ni aumentar de peso, hasta que llegó la limitación respiratoria y se suspendieron radicalmente los atracones de comida y el consumo de productos comestibles ultraprocesados. Hoy, cuatro meses después, estoy en los 97. No tengo recuerdo de estar por debajo de los 100 (lo que llegué a considerar el "rango pro de los 100" a finales de 2020) desde el verano de 2019 como mínimo. Pero tampoco estoy seguro y no podría afirmarlo. No recuerdo con exactitud, por tanto, cuándo estuve por debajo de los 100.
Pero te aseguro que las cosas no funcionan según los ideales hipotéticos establecidos por nuestra subjetividad fantasiosa, pues la vida no suele responder a nuestra voluntad, peticiones ni deseos, como poco a poco iremos entendiendo si decidimos estar abiertos al aprendizaje que trae una verdadera observación lo más objetiva e imparcial posible de los hechos. Si, no obstante, quieres creer en cosas como "la ley de la atracción" y que los pensamientos manifiestan tus deseos como si el universo fuera un catálogo gratuito de Ikea a tu servicio, bueno, entonces adelante. Suerte con eso. Estás en todo tu derecho. Explora e indaga y prueba a ver.
Pero como ya dije en el otro blog, el hecho de que nos alimentemos de manera 100 % saludable y llevemos un estilo de vida "fit" no implica que tengamos asegurada un 100 % de salud estable y garantizada, con sello de calidad incluido, como creen los defensores del higienismo y el naturismo o cualquier otra variante pseudocientífica. No, la vida no funciona así, aunque nuestra cabeza haga sus conjeturas y presuposiciones sesgadas y falaces. Y no lo hace por una sencilla razón: nunca tenemos toda la información que necesitaríamos para entender cada acontecimiento, circunstancia y vicisitud vivida. Debido a nuestras inherentes limitaciones cognitivas y neurológicas es prácticamente imposible acceder a toda la información que se requeriría para tener el entendimiento de lo que nos pasa a cada momento.
Por eso la vida, en última instancia, es siempre un misterio del cual solo podemos acceder a ciertos "levantamientos del velo" cuando es el momento adecuado y estamos preparados.
Por eso, si nos embarcamos en la búsqueda interior y exploramos los límites de la realidad, a veces seremos capaces de entender las cosas que nos pasan, pero siempre será a tiempo vencido y pasado. ¿Cómo podemos pretender, entonces, manifestar la realidad con nuestros pensamientos y antelación, cuando esos pensamientos están condicionados por deseos egocentrados y falsos, erróneos y la mayoría de veces erráticos, desconociendo qué es lo mejor o lo adecuado para nosotros en cada momento, porque no hemos dedicado ni un solo día de nuestra vida a la autoindagación y lo único que hacemos es intentar evadirnos de nosotros mismos casi todo el tiempo?
El primer problema de salud se presentó cuando menos lo esperaba. ¿Por qué, me preguntaba, si estoy comiendo mejor que siempre y todo a base de fibra vegetal pura y dura, vuelven unas dolorosas hemorroides que no experimentaba desde que me daba atracones de comida basura? No podía entenderlo, pues defecaba totalmente regular y perfecto cada mañana, tras levantarme de dormir. No tardé mucho en darme cuenta y averiguar el motivo, gracias a mi mujer: había desarrollado la estúpida costumbre de aguantarme las ganas de cagar un buen rato. ¿Puede haber una costumbre más idiota pero perjudicial? Otro cambio corrector que resolvió el problema en un instante y de un plumazo hace un mes. Ahora defeco nada más entrarme las ganas de cagar y todo ha vuelto a la normalidad saludable.
Pero entonces, hace un par de días, empezó a molestarme el cuero cabelludo por la parte izquierda trasera de la cabeza, sin motivo aparente. Era una molestia entre picor y escozor pero sin dolor. Al tocarme la zona notaba como un poco de hinchazón. Entonces decidí afeitarme la calva y ver lo que tenía. Era una irritación enrojecida de la piel muy parecida a ciertas irritaciones que a veces he tenido tras pelarme. El problema es que esta vez no lo había hecho, por tanto no podía ser por ese motivo.
Ante la previsión de que pudiera ser tiña o una infección contagiosa decidí acudir a urgencias, ya que mi mujer trabaja en un centro de menores en desamparo y ahora hay un brote de tiña. Hace años que no acudo al médico y las creencias naturistas siguen condicionándome la vida, a pesar de la reeducación que llevo a cabo hace más de una década con la divulgación científica. Así que tras vivir mi proceso psicológico intenso para combatir la incertidumbre y gracias a la ayuda que me ha prestado mi mujer, he acudido esta mañana a urgencias y la doctora de guardia me ha diagnosticado impétigo, una infección bacteriana de la piel que, evidentemente, puede ser muy contagiosa. El tratamiento era a base de antibióticos, uno local y muy efectivo contra el impétigo (ozenoxacino) y otro oral (amoxicilina). Es la primera vez que tomo fármacos en tres lustros. ¿Imaginas la turbulencia mental que he debido atravesar para tomar y aplicar los antibióticos?
Pero, bueno, concluido casi este día de la mujer al límite y tras haber superado el perturbador monólogo mental interno, las preocupaciones y escenarios catastróficos que me planteaba mi cabeza y la ruptura de una serie de limitaciones condicionantes a nivel cognitivo, el asunto parece mejorar, no solo con la piel, sino también con la respiración. ¿Con la respiración? ¿Será así de verdad? ¿Será autosugestión? ¿Quién sabe?
Aunque lo más importante no ha sido el anodino y banal hecho, para cualquier persona normal, de tomar antibióticos (recordemos que tenemos un grave problema por el abuso de consumo, no por lo contrario o abstención de su consumo, como era mi caso, con las peligrosas resistencias bacterianas que auguran un peligroso futuro postantibióticos), sino toda la serie de cambios psicológicos y transformadores, tras enfrentarme a la incertidumbre y conseguir "hackear" mi propia cabeza y sus rutas neuronales habituadas, que le dan confort y seguridad en lo conocido, aunque sea perjudicial y contraproducente. Ahora sí, parece ser que toda una vida condicionada por las creencias naturistas se va por la borda definitivamente y empiezo una nueva etapa vital que, a primera vista, tiene toda la apariencia de ser fascinante y apasionante. O no. Nunca se sabe.



































