Bhagwan Shree Rajneesh o el divertido "lado oscuro" del orientalismo: chistes, risas, baile, alcohol, catarsis, porros, sexo, desenfreno ilimitado

1996 transcurrió siendo el año de los descubrimientos y las prácticas. Lo considero algo así como "el año monástico", pues practicaba el naturismo como filosofía estable de vida, era ovolactovegetariano a nivel dietético, no fumaba tabaco, no bebía alcohol, por descontado que no tomaba drogas de ningún tipo, empecé la práctica de varias disciplinas y orientaciones yóguicas y aunque los fines de semana salía por la zona de ocio, compuesta principalmente por una serie de disco-pubs ubicados en un espacio compartido y de moda en aquella época (una combinación entre local de tamaño mediano para tomar copas y discoteca para bailar, con entrada libre), no socializaba en exceso ni tampoco tenía amistades estables. Como mucho me juntaba con los amigos de mi hermano, un lustro menor, pero solo para bailar un rato. Iba por libre y siempre salía en una soledad buscada a propósito por la zona de ocio.


Mi mayor aspiración en ese momento y durante un breve periodo de tiempo que no fue más allá de unos pocos meses, era convertirme en un barbudo yogui renunciante. Estaba descubriendo fascinado el hinduismo en sus infinitas versiones para todos los gustos y credos. Me dejé crecer la barba, pero todavía no crecía mucho. A partir de ese momento desarrollé una fascinación por las barbas y probé estilizarlas de todas las maneras en mi barbudo rostro. Si algo ha caracterizado mi cara desde la juventud ha sido la barba. Desde entonces me acompaña una barba perpetua, pues no he conseguido pasar más de unos pocos meses sin ella. Hoy hace más de un lustro que tengo la barba más larga, espesa, satisfactoria y completa de toda mi vida, frisando ya la cincuentena.


Idealicé la India en mi interior, pero nunca salí de España para viajar allí, pues no se trataba de una realidad exterior, sino de un proceso y etapa en la autoindagación. Era solo un ideal durante los años de estudio y práctica del hinduismo. Entonces llegó la inspiración a través de un libro que también encontré en la librería Llorens de Alcoy. Se titulaba YUG YOGA YOGHISMO. UNA MATESIS DE PSICOLOGÍA. Estaba escrito por un autor francés llamado Serge Raynaud de la Ferrière (1916-1962). 

Aunque usó un pseudónimo añadido pero falso para intentar "ennoblecerse" como un inexistente "De la Ferrière", en realidad el personaje que se ocultaba tras ese rimbombante "apellido" ficticio era un astrólogo autodidacta y escritor francés llamado Serge Raynaud a secas. El 21 de marzo de 1948 fundó un polémico movimiento sectario de corte pseudorreligioso en Caracas, Venezuela, que desde entonces se ha popularizado por varios países latinoamericanos, destacando la escisión de México. El movimiento sectario al que me refiero es la Gran Fraternidad Universal, abreviada como GFU. Los fundamentos doctrinales e ideológicos presentan un sincretismo nueva era donde se mezclan una amplia cantidad de conceptos e ideas esotéricas y ocultistas, con la implementación del naturismo y una dieta ovolactovegetariana, partiendo de la práctica de hatha yoga, junto con un tipo de astrología heterodoxa defendida por el fundador, la cosmobiología. Aunque Serge Raynaud no fue el inventor de esta reinterpretación astrológica, sí que fue uno de sus pocos defensores acérrimos, siguiendo luego su organización, tras la prematura muerte del fundador, con su defensa y aplicación.

Nada de todo esto (y mucho más) sabía cuando apareció el libro citado. Se trataba de la autoedición que había publicado en 1988 la sede de la GFU Línea Solar (actualmente RedGFU) en Murcia, España. Era la primera y más importante escisión sectaria de la Gran Fraternidad Universal Fundación Dr. Serge Raynaud de la Ferrière o GFU Fundación, como se conoce popularmente para distinguirla de las escisiones posteriores (que no son pocas, como sucede con todas las religiones y movimientos sectarios). Su sede principal estaba en México, a diferencia de la original, que estaba en Venezuela, como ya vimos. La fundó el primer alumno cismático más importante de Serge Raynaud, el venezolano José Manuel Estrada Vázquez (1900-1982), que estuvo presente desde la creación inicial hasta la "lucha de egos mesiánicos" (también arquetípica en este tipo de organizaciones) que les separó. Era conocido como el "Sublime Hermano Mayor". 

Por descontado, Serge Raynaud se presentó a sí mismo, de manera burda y falaz, como un ser espiritual elevado (intentando hacer coincidir su apellido y el pseudónimo falso que adoptó, con el INRI crístico, escribiendo Serge RaYNaud de la FerRIère en sus libros), siendo tratado por sus acólitos como "Sublime Maestre" (no maestro sino "Maestre", intentando hacer ver que era un "maestro de maestros") e "Iluminador Universal" de la nueva era de Acuario (basándose en una creencia astrológica muy popular a principios y mediados del siglo XX). Esto significa que se identificaba con una serie de creencias mesiánicas pertenecientes a varias tradiciones religiosas tanto orientales como occidentales (Cristo,  Buda, Maitreya [figura religiosa presuntamente futura derivada de las creencias budistas] y Kalki Avatar [figura religiosa también presuntamente futura pero derivada de las creencias hinduistas]). Este tipo de comportamiento fue muy habitual en aquella época con la mayoría de líderes sectarios asociados a la espiritualidad y el orientalismo. Un claro ejemplo fue el colombiano rival ideológico y competidor sectario de Serge Raynaud, Víctor Manuel Gómez Rodríguez (1917-1977), más conocido por su pseudónimo Samael Aun Weor, fundador del Movimiento Gnóstico Cristiano Universal, dando lugar a las también decimonónicas escisiones posteriores, siendo conocidos como neognósticos (aunque las enseñanzas de estos grupos son un sincretismo nueva era sin relación alguna con los verdaderos gnósticos históricos).

Desde el principio me cautivó la elocuente imagen de la portada, con un francés treintañero de la década de 1950 sentado en la posición de medio loto, los brazos extendidos y las manos adoptando un conocido gesto yóguico (mudra), vestido como un auténtico yogui renunciante, con la barba más ideal a mi juicio en ese momento y el pelo abundante pero no excesivo, mirando de manera seria aunque penetrante a la cámara. Una estampa hippy en la época de los beatniks. Vamos, la fotogénica imagen de aquello que en ese momento aspiraba a ser durante los próximos meses de mi vida (aunque en ese eterno momento de la juventud recién estrenada no se veía horizonte mortal, temporal ni perecedero alguno, sino la resonancia única en cada recoveco de la imperecedera canción 'Forever Young', aunque no la versión original de Alphaville en el 84 sino el remix dance de D.J. Space'C en el 92 y los meses podían ser perfectamente todas las vidas del Buda Shakyamuni juntas).

No mucho tiempo antes de tropezar con el libro de Serge Raynaud, había iniciado mis prácticas de hatha yoga y pranayama (ejercicios yóguicos de respiración cuya finalidad es el control de la energía vital o prana, una de las creencias más populares pero controvertidas del orientalismo en general). Fue con un instructor de yoga y autor belga llamado André Van Lysebeth (1919-2004), cuyos libros sobre hatha yoga se hicieron muy populares en las 3 últimas décadas del siglo XX en Europa. 

Resulta que mi padre sufrió una depresión allá por 1985, derivada de unos problemas laborales que le llevaron a cierta preocupación excesiva. El psiquiatra que le trató le aconsejó la práctica de hatha yoga y mi padre acudió unos meses al centro que tenía la GFU Línea Solar en Alcoy, pues sus actividades externas incluían principalmente la práctica de hatha yoga para todos los públicos. También se compró los libros de Van Lysebeth. En aquella época no era tan habitual que los gimnasios y otros centros especializados dieran clases de hatha yoga, de ahí que los centros de la GFU encontraran su hueco con facilidad. Cuando mejoró superando la depresión, dejó de acudir, pero mantuvo cierta amistad protocolaria con algunos de sus miembros esporádicos, asiduos e incluso acólitos.

En el momento de la aparición en mi camino del libro de Serge Raynaud, durante la segunda mitad de 1996, yo ya estaba interesado en otras prácticas, orientaciones y escuelas yóguicas más profundas, especialmente el kundalini yoga, aunque no solo. Entonces, caminando un día por el centro de Alcoy con mi padre, nos encontramos con un ex miembro de la GFU Línea Solar. Mi padre lo saludó y se pusieron a hablar, contándole mi encuentro y fascinación con el libro de Serge Raynaud, el orientalismo y la espiritualidad. El "Flecha" (así se apodaba) me habló sobre la sede de Alcoy y me animó a visitarla para practicar hatha yoga y profundizar más en las enseñanzas del fundador. Y allá que fui pocos días después.

Nada más dar comienzo la primera clase, la profesora de hatha yoga que la impartía, llamada Encarna (era la adepta de mayor rango allí), se quedó mirándome un buen rato mientras ejecutaba las asanas (posturas que definen y caracterizan el hatha yoga). Cuando terminó la clase se acercó y me dijo que claramente en una vida anterior había sido un yogui hindú y que iba para Gurú (cuarto grado de iniciación real) en la GFU. No podía estar más equivocada, pues no llegué ni a Yamin (el más bajo e irrelevante en la RedGFU, GFU Línea Solar en aquella época). Pocos meses después abandonaría la GFU buscando la práctica de kundalini yoga, aunque de manera autodidacta, como lo había hecho (y seguiría haciéndolo todo) hasta el momento. No obstante, en esos pocos meses llegué a estudiar el curso de capacitación para ser profesor de hatha yoga e incluso impartí unas cuantas clases en aquella sede de la GFU antes de seguir mi camino explorando los límites de la realidad.

Y a mediados de 1997 mi vida cambió por completo, poniéndose "patas arriba", para explorar un camino peligroso, arriesgado y muy adictivo, pero fundamental. Sin el recorrido esencial de ese lúdico, desfasado y extremadamente divertido camino, nunca podría haber pasado del inicio. Y lo más importante de todo es que tuve la mejor compañía a mi lado para consumar esa exploración. 

Todo sucedió como un acontecimiento totalmente imprevisible e inesperado. No podía ser de otra forma.

El sábado, 17 de mayo de 1997 recibí, de buena mañana, una llamada que jamás hubiera esperado. Era Charly, apodo que le pondríamos unos años después sus amistades a un ex compañero mío del colegio, llamado en realidad Juan Andrés Giner. Charly era una fascinante persona muy peculiar y sui géneris. Parece ser que desde la adolescencia, cuando nos conocimos en el colegio de primaria (EGB o Enseñanza General Básica en aquel entonces) La Presentación, le caí bien. Pero nunca llegamos a tener siquiera una amistad, pues incluso íbamos a clases distintas, aunque al mismo curso. Nacido en 1976 en Alcoy, tenía un año menos que yo. Él, desde la infancia, estableció un vínculo muy estrecho con su primo hermano por parte de sus respectivos padres. No parecía que tuviera gran interés por relacionarse ni entablar amistad con nadie más, así que, finalizado el colegio y su educación obligatoria, decidió ir a trabajar con su padre, propietario de un pequeño comercio dedicado a la venta y reparación de material agrícola. Hoy ocupa la posición de su padre, tras jubilarse hace años, siendo dueño del mismo negocio. Los fines de semana, atravesando la recta final de la adolescencia, salía a bailar y beber alcohol por la "zona de marcha" (como solíamos llamar al espacio dedicado al ocio juvenil en aquella época) únicamente con su primo, un año menor que él. 

Hacia finales de 1992 otro ex compañero del colegio, que sí iba a su misma clase, llamado Toni Abietar, quiso establecer una amistad con "los primos", que iban por libre. Ir con "los primos" era algo así como iniciarte en una sociedad secreta inexistente más allá de las fantasías de sus creyentes: difícil e improbable. Pero Toni lo consiguió. Parece ser que había pasado la "prueba" implícita y mantuvo la amistad hasta 1997, cuando, de repente e inesperadamente, Toni dejó embarazada a su novia, Ana, si mal no recuerdo. Eso hizo que se casara y dejara de salir con "los primos", para atender sus nuevas obligaciones familiares. A pesar de su juventud, Toni era un joven tímido pero responsable, así que se comportó madurando con rapidez y asumiendo su nueva responsabilidad: una prematura paternidad accidental. Hoy, hasta donde sé (que es bien poco), sigue casado con su mujer y el hijo debe tener 27 años de edad.

Pero en 1997 hubo otro acontecimiento anterior a la salida de Toni, crucial para lo que sucedería el sábado, 17 de mayo y mi totalmente improbable entrada: el primo de Charly fue llamado a filas y decidió acudir al servicio militar en lugar de hacerse objetor de conciencia. Por tanto, Charly se quedó "más solo que la una". Y por algún motivo que desconozco (uno de los grandes "misterios" y "enigmas" de mi juventud), Charly decidió quedar conmigo para dar un largo paseo sabático con la bicicleta de montaña. Supongo que pudo ser porque dos años antes ya habíamos quedado algún que otro sábado para recorrer alguna ruta juntos los tres, siendo solo quedadas anecdóticas sin mayor vinculación posterior. Y allá que fuimos.

Esa mañana fue maravillosa e inolvidable. Lo pasamos muy bien ambos e incluso disfrutamos de un baño en una fuente y embalse de agua natural procedente de las montañas. Al llegar a la vivienda de mis padres donde residía, almorcé y me tumbé cansado en la cama de mi habitación para disfrutar de las sensaciones placenteras que me había dejado aquella maravillosa mañana inesperada. Pero no me dio tiempo a asimilar siquiera una parte de todo lo vivido, porque el teléfono fijo (único todavía en aquella época aunque por poco tiempo) empezó a sonar, mi madre lo cogió y enseguida entró en la habitación: la llamada era para mí. Cuando me puse, un Charly cauteloso pero todavía eufórico por lo vivido, me hizo una propuesta: ¿Por qué no nos íbamos al apartamento que tenía su tío materno en Benidorm a pasar el resto del fin de semana? ¡Guau! En la vida hubiera esperado esa llamada ni una propuesta similar en aquel momento. Evidentemente dije que sí al instante y luego llegaron los nervios de un acontecimiento apoteósico en el que te ves envuelto sin "comerlo ni beberlo". Mi hermano David, un lustro menor, supo estar a la altura y me dejó su ropa, dándome consejos muy valiosos que agradecí, pues él sí tenía amistades y vida social amplia. Aunque en ese momento no pude saberlo, había llegado el fin de mi etapa "monástica". A partir de ese sábado mágico e inolvidable (todavía lo recuerdo con nitidez) todo cambiaría irreversiblemente para mí a muchos niveles. Abrí la mente a toda la serie de experiencias que asomaban por cada marco del "portal" abierto ante mis narices de par en par.

Y así fue como abandoné el vegetarianismo por primera vez, distanciándome también del naturismo (aunque seguía muy conectado con la visita a los parajes naturales y el baño desnudo en embalses de agua fría en plena montaña). Esa misma noche, mientras cenábamos ambos en un restaurante chino que había en la esquina del apartamento de su tío, bebimos una botella de vino tinto y varios chupitos de licor de lagarto. Era mi primera borrachera alcohólica (y también la primera vez que bebía alcohol en toda mi vida). Supongo que esa borrachera fue una especie de "iniciación mistérica" a la sociedad secreta de "los primos", aunque solo estuviera Charly presente. Pasamos toda la noche bailando en la "zona de marcha", enfrente de la playa, en ese estado de conciencia alterada que proporcionan únicamente el alcohol y las drogas psicoactivas. Esa experiencia que hemos tenido como especie desde la "noche de los tiempos"; esa experiencia que siempre nos ha acompañado y que siempre nos acompañará mientras seamos humanos. Al menos en mi caso, si no hubiera explorado psiconáuticamente con alcohol y drogas los límites de la realidad, jamás hubiera llegado hasta donde llegué, pues toda alteración química del estado de conciencia te lleva a lugares recónditos e insondables de cualquier otra manera, aunque el precio a pagar por las ebriedades sea altísimo, tanto en riesgos como en peligros. La probabilidad de perderse en las ebrias "tierras de nadie" es suficientemente alto como para plantearse con seriedad si estamos dispuestos a explorar o no esas "tierras".

Parece ser que tras culminar aquel sábado mágico y mistérico, Charly puso al corriente a su primo, quien perdió con rapidez las ganas por continuar prestando el servicio militar, para regresar a la vida civil y completar mi "iniciación mistérica" a la sociedad secreta de "los primos". Y así sucedió enseguida que pudo volver de permiso el primer fin de semana posterior al acontecimiento narrado. Pero lo que nadie esperaba (ni ellos ni yo) es que mi unión a la sociedad secreta la disolvería automáticamente, para crear una nueva: "los tres cachondos de Edad Legal"; "los tres cachondos" para resumir.

'Edad Legal' es la versión española de 'Barely Legal', una revista erótica para adultos, dirigida a hombres heterosexuales, que presenta desnudos integrales de mujeres jóvenes, pero no sexo explícito. Fue fundada en septiembre de 1993. Su creadora fue la modelo y editora británica Gail Harris. Pertenece a Larry Flynt Publications. Su éxito fue rotundo en ventas, solo superado por la revista principal de la compañía, Hustler.

Nosotros tres comprábamos la revista erótica. Éramos tres jóvenes veinteañeros recién estrenados, sin experiencia sexual con mujeres más allá de la masturbación, pero con las hormonas, evidentemente, revolucionadas. En algún momento de 1998 se nos ocurrió enviar una carta a la dirección de 'Edad Legal'. Nos la publicaron. Contestamos y volvimos a ser publicados. De ahí surgió la idea de nuestra nueva sociedad secreta, "los tres cachondos", tras un año de amistad ya consolidada. Así fue como quedó extinta la anterior sociedad secreta de "los primos". A partir de entonces y durante una década mantuvimos esa amistad, pero la extinción de "los primos" también trajo consecuencias inesperadas e imprevisibles.

El primo de Charly se llama Gustavo Giner González, GGG o 777. Nació en 1977 en Alcoy. Es técnico en radiodiagnóstico. Ejerce en un conocido hospital. Debido a motivos laborales se estableció en la zona de la Costa Blanca hace un cuarto de siglo aproximadamente. Actualmente vive allí junto a su mujer, Ana y su única hija, Alba.

Nuestra amistad consistió en un pacto implícito y cierto acuerdo nunca establecido formalmente aunque cumplido a rajatabla: entre semana cada cual tenía su vida personal: Chary trabajaba en el pequeño negocio familiar, Gustavo estudiaba la especialidad sanitaria de técnico en radiodiagnóstico y yo acudía a un curso de albañilería en una escuela taller. El fin de semana nos juntábamos desde el viernes por la tarde hasta el domingo por la noche. Tras finalizar la semana en la escuela taller a mediodía, almorzaba en casa y por la tarde recogía a Gustavo en su casa. En aquella época él habitaba también la vivienda de sus padres, aunque no por muchos años más. Esa vivienda estaba cerca de la de mis padres, en la calle Santa Rosa de Alcoy. De allí nos íbamos a por Charly a la tienda de su padre, esperando hasta que terminara de trabajar. Cuando cerraban, cogíamos su coche, un Volkswagen Polo de segunda mano. En esa época Charly era el único que tenía vehículo propio.

Tras cerrar la tienda caían las máscaras de la seriedad y la normalidad protocolaria social. Nos volvíamos locos y llegaba el desfase, el despiporre, la catarsis, la desmesura. Nos dejábamos poseer por la locura desenfrenada sin control. Llegaba la hora de la diversión. 

Durante los primeros tres años, aunque también salíamos de vez en cuando por la "zona de marcha" de Alcoy, bebiendo únicamente vino hasta emborracharnos, pero sin demasiados excesos, en realidad éramos más proclives a perdernos todo el fin de semana por las montañas cercanas, ya que el interior de la provincia de Alicante está plagado de montañas cercanas y naturaleza agreste. Como mucho llegábamos a la provincia de Valencia. Acampábamos en medio de los parajes naturales más perdidos. Nos encantaban los castillos abandonados, donde estábamos más a resguardo. Parar en embalses de agua fría en pleno paraje natural para bañarnos desnudos era de recibo. El nudismo, parte filosófica y práctica del naturismo, nos acompañaba. Desarrollamos una pasión fascinada por bañarnos en embalses de agua cuanto más fría mejor. Nos bañábamos durante todo el año, incluyendo el pleno invierno. Rompíamos las capas de hielo que se formaba sobre el agua y nos metíamos dentro, gritando a pleno pulmón. Así fue como desarrollamos la gritoterapia. Llegó a ser una de nuestras más significativas señas de identidad. Disfrutábamos y reíamos hasta quedarnos exhaustos y sin risa. Cada fin de semana era una odisea eterna de fiesta y alegría sin mesura ni límite, equivalente a varias vidas juntas. Así fue como ensanchamos y expandimos durante tres años nuestra capacidad para vivir.

Entonces llegó marzo de 2000. Un acontecimiento anecdótico sin mucha relevancia fue suficiente para que Gustavo y yo iniciáramos un acercamiento amistoso más profundo e íntimo. Un hombre de mediana edad, llamado Fernando, ex profesor del curso de pintura en la escuela taller, estaba metido a fondo en la espiritualidad y el esoterocultismo teosófico. Durante la duración del curso (dos años) hicimos amistad y compartimos los intereses espirituales mutuos. Aquel día de marzo, él iba con su coche por la calle y yo paseando. Nos cruzamos pero no lo vi. Entonces, cuando el semáforo se puso en verde, pasó por mi lado gritando: ¡Swamiiiiiiiiiii! ¡Swamiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! La ciudad pareció detenerse. Todo el mundo miraba a su alrededor intentando identificar qué pasaba. Yo reconocí la voz enseguida y vi el coche cuesta abajo con el brazo extendido por la ventanilla del conductor, saludándome. Fue una experiencia disruptiva y gratificante como pocas, algo digno del comportamiento que caracterizaba nuestra nueva sociedad secreta. Así que, tras contárselo a Gustavo, decidimos que había llegado el momento oportuno de convertirnos en "swamis".

En la India y las tradiciones religiosas hinduistas, swami es un concepto utilizado como forma cortés y respetuosa de dirigirse a un gurú (maestro espiritual), independientemente de la orientación, tradición, escuela, grupo o secta a la que pertenezca, por tanto se trata de un título honorario otorgado a los maestros de cualquier tradición. No necesariamente debe ser monje, yogui o sacerdote. Tampoco hace falta que sea religioso. Su significado es 'dueño de sí mismo' pero también se puede usar como 'amo' o 'señor'.

Desde la segunda mitad de 1997 habían sucedido ciertos detalles no muy relevantes, pero que daban que pensar. Gustavo empezó a interesarse por las mismas temáticas que yo. En una montaña, cerca de una cascada, tuvimos una conexión espiritual meditativa. Acabamos metidos dentro de la cascada, sintiendo el chorro a presión del agua gélida sobre nuestros cuerpos, sin poder ni pestañear o pensar. Eso empezó a conectarnos, hablando de los mismos temas e intereses. Parece ser que Charly se estaba quedando un poco al margen. Aunque cuando sucedió lo del ex profesor de pintura y decidimos hacernos "swamis" nos proclamamos (Gustavo a mí y yo a él) a nosotros mismos y ambos decidimos también proclamar a Charly, en realidad ya hacía tiempo que los tres no seguíamos la misma ruta. La ruptura y el distanciamiento estaban cerca y en algún momento del año 2000 que ahora no recuerdo, se produjo un malentendido durante una noche de borrachera y la ruptura con Charly por mi parte. Pero, para mi sorpresa, Gustavo bajó del coche conmigo. Fue un punto de inflexión importante en nuestra amistad. Aunque a finales de ese mismo año volvimos a juntarnos los tres, nunca fue ya lo mismo hasta la ruptura definitiva de la amistad presencial con Gustavo en 2007.

Y a partir de ese momento ya no volvimos a ser Gustavo ni Pedro nunca más entre nosotros, sino el Swami Ikki y el Swami Ishwara respectivamente.

Pero antes de todo esto sucedió otro acontecimiento que también sería crucial en el desarrollo de nuestra amistad, estando presente desde entonces hasta el final. Corría septiembre u octubre de 1999 cuando mi hermano compró un buen pedazo de hachís para Nochevieja. Él había empezado a fumar porros por esa época. Desde la segunda mitad de 1997 yo me había interesado por la marihuana medicinal y la cultura del cánnabis, que por aquella época estaba en pañales y empezaba su andadura. Pero todavía sentía prejuicios ante los porros, pues la concepción social de su consumo seguía siendo marginal y asociada a los bajos fondos, a pesar de haber iniciado mis primeras lecturas contraculturales que pronto modificaron mi percepción de las drogas psicoactivas. Entonces le pedí un pequeño trozo a mi hermano para probarlo. Me explicó cómo hacerlo y me enseñó a preparar los porros deshaciendo el hachís tras calentarlo y luego mezclarlo con tabaco, para enrollarlo en un papel de fumar. Cuando llegó el siguiente domingo, Gustavo y yo subimos a Pénjamo, un refugio abandonado cerca de una cantera, en el Baradello Gelat, paraje natural situado cerca de Alcoy. Fumamos nuestro primer porro y nos tumbamos sobre unas esterillas, llenando la estancia con humo de incienso, para escuchar la música de Enigma, en un radiocassette con reproductor de CD, que funcionaba con pilas. Fue nuestra primera experiencia canábica psiconáutica sin parangón. Debido a la agudeza sensorial y perceptiva recibida, supe que había empezado una nueva era en mi investigación sobre los límites de la realidad.


Al principio únicamente fumamos porros los domingos en ese mismo contexto inicial. La introducción fue gradual, pero pasado un año aproximadamente empezamos a implementarlos todos los fines de semana a nuestras rutinas alcohólicas. Por descontado, la desmesura fue en aumento y cada vez bebíamos más cantidad de alcohol y licores destilados de mayor graduación. Durante los dos primeros años de la década de 2000 dejamos atrás el vino y la cerveza para adentrarnos en el whisky, la ginebra, el ron o el vodka. Al principio lo hicimos como se solía hacer desde siempre: mezclando los licores con refrescos tradicionales de cola, de naranja o de limón. Pero a partir de 2004 aproximadamente empezamos a usar bebidas energéticas, una locura de bomba química incompatible y totalmente desaconsejable, todavía peor si añadimos el consumo de porros durante toda la borrachera. 

A partir de 2001 yo también empecé a fumar porros de hachís entre semana esporádicamente, no solo los fines de semana. Llegado 2005 ya fumaba todos los días varios porros. Cada vez que lo hacía desarrollaba actividades paralelas para vivir la agudización sensorial y expandir mi conciencia, como escuchar música acostado y a oscuras, leer libros o ver películas. En realidad estaba evadiéndome de mí mismo, pero no obstante fue una etapa crucial en mi investigación sobre los límites de la realidad, aunque peligrosísima, cuyas consecuencias no fueron del todo físicas (por suerte) pero sí psíquicas, repercutiendo finalmente en el físico, pues la desproporcionada apertura del apetito que provocan los canabinoides hizo que se intensificara la incapacidad cerebral para identificar la saciedad, alterándose todavía más de lo que ya los tenía los mecanismos del hambre y la saciedad. Por descontado que la apertura desmesurada del apetito por estímulo canábico no era satisfecha con alimentos saludables sino con productos comestibles ultraprocesados, lo cual conllevó dos efectos colaterales serios, como el consumo compulsivo de comida basura (especialmente aperitivos salados y dulces de todo tipo, como chocolatinas, golosinas, pasteles o bollería industrial), agravando mi trastorno por atracón y lo peor de todo: generando una conducta alimentaria equívoca durante los siguientes años y que me ha costado dos décadas quitarme de encima, fracasando rotundamente en todos los intentos. Tal vez la mayor consecuencia fue enfermar de obesidad a partir de 2006. Todo tiene un precio en la vida. En este caso valió la pena pagarlo, pues "la liberación definitiva" no habría tenido lugar sin la etapa psiconáutica. 

Entonces, en algún momento de la segunda mitad de 1999 que no recuerdo con exactitud, apareció en mi campo perceptivo el primer libro de Bhagwan Shree Rajneesh que leí. Aunque luego decidió cambiar su nombre por el banal, falaz y publicitario pseudónimo Osho, en realidad es Bhagwan Shree Rajneesh (algo así como 'Nuestro Señor Divino') el único pseudónimo que define a la perfección quién fue y qué hizo este personaje hindú, uno de los más arquetípicos (aunque disruptivo e inusual) de aquello que podríamos llamar el "lado oscuro" tanto del orientalismo como de la espiritualidad.

Chandra Mohan Jain nació el 11 de diciembre de 1931 en Kuchwada, Bhopal, Madhya Pradesh, India y falleció el 19 de enero de 1990 en Pune, Maharastra, India, de insuficiencia cardíaca, aunque fue una muerte controvertida, donde se especula que pudiera ser asesinado por su círculo interno. Parece ser que era adicto al óxido nitroso y algún que otro psicofármaco ansiolítico. No hubo prácticamente investigación tras su muerte, debido a las polémicas generadas en torno a su desempeño como líder sectario.


Fue un controvertido profesor de filosofía inconformista y provocador, entre 1958 y 1966, en la Universidad Rani Durgavati de Jabalpur, Madhya Pradesh, India. Cuestionó en sus clases las tradiciones sociales, políticas y espirituales de la India, pero lo más destacado fue su desparpajo hablando de sexualidad, algo excesivamente atrevido y disruptivo para la India de aquel entonces. Destacado orador, acabó dejando las clases y su trabajo como profesor para dedicarse a dar conferencias y participar en debates, tomando su primer pseudónimo, Acharya Rajneesh, de los varios que usó a lo largo de su corta pero intensa vida. Hacia 1967 empezó a crear un primer núcleo de seguidores hindúes que acudían a él, pero enseguida ese núcleo original se expandió en 1968 con todos los occidentales, especialmente hippies norteamericanos, que acudían a la India en busca de un presunto gurú, es decir, maestro espiritual. 

En 1970 se estableció en Mumbai con el primer núcleo se seguidores consolidado, asumiendo directamente el rol de maestro espiritual e iniciando a sus discípulos en lo que llamó "neosannyas" (un invento suyo no reconocido y por tanto inválido fuera de su comunidad sectaria). En 1974 se mudó a Pune y ahí fue donde experimentó el mayor crecimiento de adeptos occidentales. 

De esta manera se originó uno de los más oscuros, controvertidos, polémicos y criminales grupos sectarios de la segunda mitad del siglo XX, cuyas conductas delictivas sofisticadas pero evidentes e inequívocas (excepto para sus fieles, seguidores y/o adeptos) quedó patente ya en la India (evasión de impuestos, estafas, incendios provocados, conductas violentas, agresiones) y por ese motivo, tras estar en el punto de mira de las autoridades hindúes, decidieron emigrar a Estados Unidos, aunque justificado por otros motivos irrelevantes o falaces, comprando un enorme rancho ubicado entre los condados de Wasco y Jefferson, en Oregón, el 13 de junio de 1981. 

Rajneesh llegó dos meses y medio después, el 29 de agosto de 1981. El movimiento sectario desarrolló una enorme ciudad de casas prefabricadas e infraestructuras autosuficientes en medio de un rancho perdido en la nada, a la que llamó Rajneeshpuram. Igual que sucede con cualquier movimiento de estas características, la construcción habitable se hizo en tiempo récord gracias al trabajo no remunerado y de sol a sol que aportaban todos los adeptos, tanto hombres como mujeres. 

Pronto llegaron los conflictos con los vecinos de la zona, decidiendo tomar el control político de la pequeña población más cercana, Antelope, en mayo de 1982. La artífice de todo fue la secretaria personal de Rajneesh, Sheela Ambalal Patel, más conocida como Ma Anand Sheela dentro del movimiento sectario. Evidentemente todo lo hizo con el beneplácito de Rajneesh, el verdadero líder, aunque él, muy astutamente, decidió mantenerse al margen para seguir sosteniendo su imagen de "iluminado", que afirmaba haber alcanzado el 21 de marzo de 1953, a los 21 años de edad (luego reconocería en alguna que otra ocasión, especialmente ebrio de óxido nitroso, lo obvio excepto para sus adeptos: todo el rollo del "iluminado" no era más que una farsa fingida). No encontró mejor manera de hacerlo que entrando en un "período de silencio". Astuto y perspicaz sí era como pocos. Así quiso luego eludir muy previsiblemente responsabilidades, pero no pudo. 

Los conflictos se recrudecieron cada vez más y al final decidieron tomar también el control del condado de Wasco, donde tropezaron con la "maquinaria" política estadounidense, que no solo les puso el freno, sino que empezó a investigar judicialmente la posibilidad de haber cometido una serie de delitos, en especial relacionados con la inmigración irregular y fraudulenta. 

Entonces a Sheela no se le ocurrió mejor idea que planificar varios asesinatos (tanto de políticos o legisladores estadounidenses ajenos al movimiento sectario, como de algún miembro del círculo interno de Rajneesh, destacando a su médico personal) que al final, afortunadamente, solo quedaron en tentativa. Pero sí cometió el primer y mayor atentado bioterrorista en Estados Unidos, al infectar a unas 750 personas aproximadamente con salmonelosis, rociando, junto a varios adeptos, las barras de ensaladas de varios restaurantes de la ciudad The Dalles, en el condado de Wasco. Desquiciante pero cierto. Este atentado sucedió en 1984.

Tras las polémicas generadas Rajneesh decidió muy convenientemente volver a hablar el 30 de octubre de 1984. Durante 1985 decidió "desvelar" todas las conductas delictivas de Sheela, que incluían envenenamientos tanto dentro como fuera de la secta, espionaje, escuchas telefónicas no autorizadas, intentos de asesinato y el ataque bioterrorista con salmonella (cultivada en los laboratorios de Rajneeshpuram). Ante la evidencia patente de su culpabilidad e implicación criminal, Sheela y su círculo colaborador más íntimo decidieron huir de Rajneeshpuram el 13 de septiembre de 1985 en un avión privado perteneciente a la secta, desertando para exiliarse en Alemania, aunque no tardaron en ser localizados, extraditados y juzgados en Estados Unidos. Sheela y una colaboradora no estuvo mucho tiempo encarcelada, pero sí pasó un tiempo "a la sombra". 

Como era de esperar, Rajneesh se comportó como suelen hacer todos los arquetípicos líderes sectarios con un nivel similar de influencia y poder, quedando en evidencia al entrar en una típica "lucha de egos mesiánicos" con Sheela, mostrando su verdadera cara nada amable ni de "iluminado", sino todo lo contrario, con barriobajeros y chabacanos insultos denigrantes, infundados y de un machismo flagrante, desenmascarando públicamente por fin, para cualquiera un poco perspicaz y no cegado por su sistema de creencias, lo que era en verdad: un megalómano y narcisista líder sectario que, por descontado, quería autoexculparse de todo comportamiento delictivo, buscando culpar a los demás. Nada novedoso ni sorprendente cuando estudiamos un poco el tema de las sectas con estudiosos y expertos, pues se repite y replica este comportamiento cual cliché.

Finalmente, el escándalo delictivo y criminal, alimentado por el mismo Rajneesh en total ignorancia e inconscienciación, le estalló en la cara, pensando ingenuamente (y sin contacto alguno con la realidad) que al acusar a Sheela y su círculo de todos los delitos, él saldría impune. No pudo estar más equivocado, a pesar de su presunta "iluminación", cuyo discernimiento no le sirvió ni para ver algo más allá de su propia arrogancia altanera y con una distorsión perceptiva sesgada que le llevó a creerse inmutable. Las autoridades no tardaron en imputarlo por fraude migratorio y otras conductas delictivas, ya que él era el líder religioso de una comunidad donde no había separación entre Iglesia y Estado, siendo, por tanto y a efectos legales, su verdadero jefe, así que, en última instancia, a nivel judicial, tenía que estar muy ciego para no ver que le harían rendir cuentas, especialmente después de permitir que su secta se metiera en política con su beneplácito y encima en un país extranjero que, además, no se anda con chiquitas en asuntos de confrontación estilo "salvaje Oeste". Como es más que evidente en su caso, decidió huir el 23 de octubre de 1985 en un avión alquilado, hacia las Islas Bermudas, donde no había tratado de extradición, para no ser procesado y así evadir la posibilidad de un juicio, pero fue detenido cinco días después en el aeropuerto de Charlotte, Carolina del Norte, declarándose culpable y siendo deportado de por vida. Aunque antes, para mostrarle lo que pasa cuando intentas lo que su secta intentó con su permiso, fue "paseado" durante semanas por medio Estados Unidos, esposado y frente a las cámaras y los flashes. Algo suficientemente humillante como para dejarle claro que allí no se andan con tonterías. 

No le quedó más remedio que volver a la India, restableciendo el movimiento sectario en Pune, hasta su prematura muerte un lustro después, donde sigue estando en la actualidad, totalmente alejado de los escándalos pasados y reconvertido en un muy lucrativo negocio editorial y pionero en todo tipo de pseudociencias y pseudoterapias nueva era, nada barato, por cierto y dirigido por adeptos occidentales. 

Por descontado, su megalomanía y paranoia se agudizó al máximo durante la estancia en Estados Unidos y el fallido experimento de Rajneeshpuram, volviéndose incluso conspiranoico y apocalíptico. También se intensificaron sus patologías psicosomáticas, decayendo bastante su ya mermado y frágil estado de salud.

El 16 de marzo de 2018 se estrenó una docuserie (miniserie documental de seis episodios) en Netflix sobre Rajneeshpuram y todo lo que sucedió, que es magnífica y suficientemente elocuente e ineludible para cualquier interesado en el tema, titulada 'Wild Wild Country' y dirigida por los hermanos Maclain y Chapman Way.


No obstante y a pesar de todo lo afirmado, Bhagwan Shree Rajneesh (que tras lo de Rajneeshpuram cambió su pseudónimo por última vez, llamándose Osho a partir de entonces para evadir y evitar ser relacionado con todo lo que sucedió allí), al igual que pasó con Lobsang Rampa o Serge Raynaud de la Ferrière, fue una clave importante, a través de sus libros, durante un par de años, nada más dar comienzo la década y siglo del tercer milenio.

Aunque lo descubrí en la segunda mitad de 1999, no lo compartí con Gustavo hasta dar comienzo el año 2000. Recuerdo a la perfección el libro que mayor importancia tuvo en aquel momento para mí, pues resultó ser un punto de inflexión para esa época: Vislumbres de una Infancia Dorada. La Autobiografía Rebelde de Un Gran Iluminado (Gaia Ediciones, Madrid, 1999). Ningún otro libro suyo fue tan significativo para mí como ese. Lo leí caminando por una vía verde que atraviesa el extrarradio de Alcoy, aunque en aquella época era solo un sendero campestre que todavía no había sido acondicionado, por tanto conservaba su bella naturaleza agreste, pero transitable. 

Osho (así lo llamamos siempre nosotros) fue un refrescante y renovador personaje disruptor de toda la mentalidad oriental clásica, a pesar de ser un embaucador e impostor, pero ahí precisamente es donde radicaba su gracia para nosotros, pues nos encontrábamos en un momento crucial de exploración psiconáutica, catarsis, locura, desenfreno, descubrimiento de la sexualidad, desinhibición y ebriedad. De ahí que Osho consiguiera algo por lo cual le estaré agradecido toda la vida: poder continuar con la espiritualidad un lustro más, antes de mi primera ruptura temporal, sin sentir ninguna incompatibilidad con lo que vendían la mayoría de autores, maestros espirituales o movimientos y nuestro estilo desenfrenado y aparentemente incompatible de vida. 

Pero Osho también nos aportó algo de la mayor relevancia: descubrirnos referentes que habían sido claros y obvios antecesores suyos en este enfoque embaucador, pícaro y totalmente disruptivo de la espiritualidad o el orientalismo, donde destacó con diferencia el maestro espiritual, escritor, místico, compositor y profesor de danza armenio George Ivánovich Gurdjieff (1866-1949). Durante el mismo año 2000 y paralelamente a los libros de Osho, hubo un libro que fue esencial en la consolidación de la significativa amistad con Gustavo: Recordando a GURDJIEFF (Sirio, Málaga, 1994) de Fritz Peters (1913-1979). Tengo el nítido recuerdo de un día en concreto que, trabajando como agente comercial promotor en un laboratorio de fitoterapia, estaba sentado dentro de mi coche (un viejo Peugeot 205 rojo de 1987) y hablé con Gustavo por teléfono (mi primer teléfono móvil fue un Nokia proporcionado por la empresa) largo y tendido sobre Gurdjieff y todas las anécdotas presentadas por Peters en su magnífico libro, el mejor que he leído sobre ese personaje y su sistema de enseñanzas en particular, conocido como El Cuarto Camino.

Pero hubo un único libro de Osho que marcó el punto definitivo de inflexión para nosotros y nunca más conectamos, durante los siguientes dos años, con otro libro suyo como con ese en particular: Dang, dang, doko dang. Charlas sobre el Zen (Kairós, Barcelona, 1999). El ejemplar lo descubrió y compró Gustavo. Estuvo presente en todas las borracheras y fumadas. Lo mejor del libro fueron los chistes que contaba Osho durante las charlas. Nunca jamás nos reímos tanto con los chistes de ese libro, una y otra vez, hasta revolcarnos por el suelo de la risa. Pero lo mejor (y que nunca nos aportó otro libro suyo ni de nadie más) fue que esos chistes, por algún motivo que desconozco, nunca se agotaban, es decir, por muchas veces que los hubiéramos leído, seguían siendo igual de tronchantes, tanto si íbamos fumados o borrachos, como si estábamos sobrios.

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