Exégesis hedseliana (ensayo sobre Mark Hedsel y la introducción ovasoniana al libro 'El camino del loco')

Mark Hedsel, de haber existido en realidad y no ser un literario, mitológico y arquetípico personaje ficticio inventado por David Ovason, del tipo "maestro instructor" esoterocultista decimonónico (tal y como cuentan no pocos autores que han escrito sobre estas temáticas y han inventado personajes así, como Helena Petrovna Blavatsky, Jacques Bergier, Louis Pauwels, Carlos Castaneda, Dan Millman o Javier Sierra, entre otros menos populares), cumple con toda una serie de requisitos muy importantes.

El primer requisito y más obvio a tener en cuenta es su anonimato, disimulo y estar fuera de todo reconocimiento o foco público hasta el momento posterior a la muerte, pues no se sabe explícitamente su fecha de nacimiento, aunque sí de su presunta muerte. En el fondo siempre he tenido la convicción intuitiva de que esto debe ser así, como mínimo, hasta alcanzar la liberación definitiva, en el caso de que alguien vaya a alcanzarla y sea en realidad algo más que una mera especulación subjetiva salida de mi propia imaginación (algo que no sé a ciencia cierta y tampoco tengo claro).

Pero Mark Hedsel va mucho más lejos, pues no se desoculta a sí mismo hasta el momento inmediatamente posterior a su muerte, comportamiento raro y extraño en un ser humano, aunque sea un supuesto "iniciado moderno" a los "antiguos misterios" y a pesar de la presunta insistencia de un editor británico para que publique un libro donde haga públicos sus conocimientos y enseñanzas, declinando siempre la oferta bajo el pretexto de que los psiquiatras lo encerrarían en un manicomio si lo hiciera. Este editor al que me refiero es Mark Booth, más conocido literariamente por su pseudónimo Jonathan Black, pues también es escritor (y un gran interesado en el esoterocultismo).

Tenemos dos testimonios interesantes, uno sobre él y otro salido directamente de su propia pluma, que dan que pensar. El primero aparece en el agradecimiento de David Ovason que hay nada más empezar El camino del loco: "Por mi parte quiero dar las gracias a Mark Booth, quien animó a Mark Hedsel para que escribiera este libro, así como a los editores Roderick Brown y Liz Rowlinson, que lo condujeron desde el manuscrito a las prensas sin escatimar sensibilidad ni atenciones" (página 7). El segundo es mucho más amplio, extenso y muy interesante, pues es el único testimonio fehaciente que tenemos (o al menos que yo haya encontrado) sobre el hipotético, enigmático y misterioso Mark Hedsel, más allá de las afirmaciones de David Ovason. Y las cosas no quedan nada claras a mi parecer, sino todo lo contrario, lo cual me hace sospechar de la existencia real de Hedsel, especialmente tras un pequeño detalle que a continuación comento.

El testimonio referido aparece en la obra cumbre de Booth como escritor, titulada La historia secreta del mundo. Fue traducida al castellano y publicada por la Editorial Planeta en enero de 2010. La edición original en inglés es de 2007. La escribió bajo el pseudónimo Jonathan Black y resultó ser un comprometido trabajo intenso de varios años, muy imaginativo y evocador, donde intentó contar una historia del mundo según la perspectiva de varias sociedades secretas, destacando, en realidad y por encima de todo, sus influencias antroposóficas que, al menos reconoce con franqueza y transparencia al final de su magnífico libro, en forma de 'Nota sobre las fuentes y la bibliografía seleccionada' (páginas 551 a 562), viendo con evidencia el pedazo de trabajo que hizo durante varios años, incluso a pesar de ser un libro únicamente especulativo. Por descontado tuvo mala recepción por parte de escépticos, divulgadores científicos y críticos literarios, "destrozándolo" con críticas chabacanas y falaces.

Sus condicionantes influencias antroposóficas implican que buena parte de lo que cuenta en ese prodigioso libro procede de las invenciones steinerianas, es decir, del fundador de la Sociedad Antroposófica Rudolf Steiner (1861-1925). Y allí mismo, en la página 553, afirma esto: "El celador, de David Ovason, es un clásico olvidado entre las obras esotéricas modernas. Se basa en el saber de varias escuelas, aunque en el fondo tiene un mensaje cristiano". Es decir, atribuye y reconoce abiertamente que el espectacular libro presuntamente de Hedsel es en realidad de Ovason, o al menos esa es la clara impresión que a mí me da. También me sorprende su opinión sobre el trasfondo como mensaje cristiano, algo que yo en ningún momento he visto ni interpretado así. ¿Será más bien una proyección de Booth que sí parece estar bastante condicionado por el cristianismo, especialmente a través de Steiner o Böhme entre otros? ¿Será, tal vez, que mi deslumbramiento con todo lo que me hizo vivir me impidió, simultáneamente, ver ese mensaje cristiano? No obstante es bastante probable que Booth tenga razón, viendo lo condicionado que está el esoterocultismo occidental por el cristianismo, en especial la alquimia tardomedieval y renacentista que fundamenta todo el trasfondo hedseliano.

173 páginas antes habla por primera vez explícitamente del libro de Hedsel en el contexto explicativo de una ilustración y dice algo un tanto desconcertante: "En El celador, de David Ovason, se cita a mi amigo Mark Hedsel por su fascinante análisis de la iconografía de El Loco..." (página 380). ¿Que se cita a su amigo Mark Hedsel? Parece que esté hablando de otro libro muy distinto o que no conoce nada bien, pues no se cita a Mark Hedsel, sino que presuntamente está narrado por él en esencia y cuenta todas sus hipotéticas vivencias espirituales autobiográficas, en el contexto iniciático mistérico del esoterocultismo tradicional perteneciente al sendero de la mano derecha, destacando la alquimia en el trasfondo, a lo largo de por lo menos 40 años de trayectoria personal y vital.

Por otra parte, se supone que el libro no es de David Ovason, aunque lo escribiera él en realidad y lo único propio que se le atribuye es la introducción, junto con un extenso estudio preliminar y las notas (también extensas, casi un segundo libro a pie de página y muy importantes para entender todo el libro hedseliano). Todo esto, especialmente la insistencia doble de Booth en atribuir el libro a Ovason, o la incoherencia con lo que afirma de Hedsel, es lo que me hace sospechar que no haya existido ningún Mark Hedsel y se trate de un personaje literario ficticio que representa un arquetipo esoterocultista muy manido pero altamente efectivo, el "maestro instructor", entrando en la categoría del Juan Matus castanediano, el Sócrates millmaniano, el Luis Fovel sierrano, el Koot Hoomi blavatskyano, el Djwal Khul baileyano, el Saint Germain ballardiano, el Sabazius lockhartiano y un largo etcétera. Por eso me pregunto: ¿Estamos ante un Mark Hedsel ovasoniano?

Pero, sea como sea, al menos hay algo cierto en todo esto: Mark Booth sabe la verdad sobre el enigma hedseliano, pues también cuenta al principio del libro ('Introducción', página 18) la presunta forma en que lo conoció, de manera sospechosamente enigmática y sin referirse a él explícitamente, pero con suficientes detalles que hacen pensar en esa dirección, sea Hedsel una ficción literaria inventada por Ovason (y que Booth ha mantenido hasta cierto punto) o una realidad fehaciente, aunque lo único verdaderamente indiscutible es que Mark Booth conoce de sobra a David Ovason.

El segundo requisito y demasiado significativo para mí (lo cual me genera la mayor duda sobre su autenticidad real) es que Hedsel solo escribiera un único libro en toda su vida (algo de lo más inusual) y que estuviera más de la mitad de esa vida para escribirlo, en forma de notas desordenadas que iba acumulando, sin ninguna intención de que salieran a la luz mientras siguiera vivo, haciendo partícipe solo a Ovason en un momento dado de la hipotética amistad que ambos tuvieron durante cuatro décadas y en la recta final de su vejez decidiera, por fin, dar el paso final, tras mucho meditarlo, de convertir a Ovason en su albacea y custodio de una única obra literaria, aunque, eso sí, de la mejor obra que se ha escrito sobre espiritualidad y esoterocultismo con diferencia, lo cual, es totalmente coherente con la vida, experiencias y conocimientos de Hedsel presentados en El camino del loco, o, en el caso de ser todo un invento de Ovason, se trata de un elaborado trabajo metódico que lo encumbra como autor a lo más alto de la literatura esoterocultista a mi parecer.

Sea como sea, el caso Hedsel es único en toda la historia del esoterocultismo occidental, al menos hasta donde sé y conozco, pues incluso el misterioso, enigmático y popular Fulcanelli, sobre el que no se ha podido averiguar todavía su verdadera identidad, tras un siglo plagado con infinidad de especulaciones más o menos creativas, escribió y publicó dos libros en vida y otra vez, a mi parecer, quedan lejos de la única obra hedseliana, hablando, en el trasfondo, de lo mismo: alquimia interpretada a través de una "lectura" esoterocultista de las catedrales cristianas católicas como si fueran "libros" de piedra.

Pero, claro, la diferencia estriba en que El camino del loco va mucho más allá y presenta toda una genuina iniciación mistérica que, aunque hable en apariencia de alquimia, en realidad se trata de un velo de presentación para ir a los límites de la realidad y explorar aspectos desconocidos, encarnando a Hedsel, de ahí que Mark Hedsel sea más bien un "vehículo" de proyección y "teletransporte" espiritual, que un ser humano real, incluso en el caso de haberlo sido.

El camino del loco, titulado El celador originalmente, es un evocador, maravilloso, irrepetible, inusual y prodigioso libro compuesto por un agradecimiento, un prólogo, una introducción, un estudio preliminar titulado igual que el libro, siete capítulos solo numerados, sin título, las últimas palabras, un apéndice y las láminas, sumando en total 573 páginas.

A mi juicio no le falta ni le sobra nada a este imprescindible libro que debería leer cualquier persona interesada lo más mínimo en la espiritualidad, aunque especialmente el esoterocultismo. Los siete capítulos ocupan la parte central y más importante del libro (de la página 87 a la página 517), donde un presunto "adepto" (terminología esoterocultista que tiene una amplia variedad de sentidos y significados, según disciplinas, sectas, escuelas, organizaciones o creencias) narra sus peripecias, experiencias, aprendizajes, aventuras y descubrimientos, en un contexto, tal vez, excesivamente arquetípico, volviéndose bastante inusual, al menos si tomamos como referencia a la aplastante mayoría de esoterocultistas conocidos y escritores populares sobre estas temáticas, aunque siendo mucho más "terrenal" o creíble que, por ejemplo, Las enseñanzas de don Juan o El guerrero pacífico (no hablemos ya de La Biblia, tanto en lo que respecta al Antiguo Testamento como al Nuevo Testamento, que pretenden hacer pasar por históricos una amplia cantidad de personajes y hechos claramente inventados con una finalidad religiosa, mitológica y arquetípica). Por eso opino que de ser el hipotético autor y protagonista un mero arquetipo esoterocultista, es el más logrado de todos los que he leído y el que mayores dudas me genera.

Desde el principio el libro presenta un detalle muy significativo: las citas en cursiva usadas al comienzo de cada parte y capítulo. Aunque muchos libros y escritores usan este recurso, nunca he visto ninguno donde esas citas estén más ajustadas al contenido de lo que leeremos luego y por tanto, le den una dimensión tan ensanchada y evocadora de preparación. Así que lo primero será leer esas citas y luego meditar sobre ellas para que las integremos en nuestro cuerpo mental, antes de embarcarnos en la lectura de la parte o capítulo que viene a continuación. Recordar que estamos ante un libro inusual, una anomalía en el canon literario esoterocultista tradicional y que, por tanto, requiere una lectura lenta, pausada, detenida y paladeada despacio, para poder "saborear" todas las esencias y presencias que nos aporta.

El propio prólogo exclusivo de la reedición, tres lustros después del libro original, El celador, ahora retitulado El camino del loco, ya es un acontecimiento singular que apunta inspiradoras maneras y va a la zaga de su esencia, pues está escrito por un presunto autor español versado en el profundo estudio de la alquimia, que usa el pseudónimo Rosa Sinespina, narrándonos en apenas tres páginas su camino espiritual y esoterocultista, particularmente alquímico, en relación al encuentro de tres libros que fueron muy importantes en su camino, el segundo de los cuales resultó ser El celador, opinando (muy certeramente a mi parecer), que "A lo largo de la vida de un Loco, en su lento  y proceloso progreso espiritual, hay libros que busca y otros que lo encuentran" (página 9).

Tanto el nuevo título, como el estudio preliminar de Ovason y todo el contenido del libro, orbita alrededor de un profundo estudio exegético sobre el arcano sin número del Tarot, El Loco, haciendo referencia, como bien señala Rosa Sinespina al principio del brevísimo prólogo, al "[...] jeroglífico del Alquimista; el trovador medieval que cantaba al amor, su símbolo" (página 9). También aclara que Hedsel era un "Adepto", no un "Iniciado", como sugiere el subtítulo del libro, aunque se excusa de manera elegante, declinando entrar en explicaciones. Luego nos cuenta algo significativo: "Ha de saber que el libro que está entre sus manos habla de Alquimia, aunque quizás esto no lo aprecie en una primera lectura. No sólo habla de Alquimia, sino que lo hace con una claridad y honestidad poco habitual" (página 10).

Luego pasamos a la introducción ovasoniana; uno de los mejores, más épicos y evocadores comienzos que he leído en mi vida, aunque con una velada apariencia de normalidad sobria, demostrando así la maestría literaria de la pluma de Ovason a mi juicio. Tengamos en cuenta que el comienzo de un libro siempre se considera lo más importante y no lo determina todo, pero sí muchas cosas, condicionando su lectura. Dice así: "La primera vez que vi en persona a Mark Hedsel fue en octubre de 1955, en la galería Archer de Westbourne Grove de Londres. Estaba hablando con la doctora Morris, de apariencia caquéctica y propietaria de la galería y con el muy notable artista Austin Osman Spare, que exponía por aquel entonces una selección de sus óleos, pasteles y dibujos" (página 13). ¿Conocer al arquetípico Hedsel en una exposición artística del mítico Spare? ¿Puede haber algo más épico y evocador, a efectos esoterocultistas del libro, que ese comienzo?

Al girar la página tropezamos con una curiosa contradicción interesante, pues a pesar de haber afirmado Ovason en la página 13 que conoció a Hedsel mientras estaba hablando con la doctora Morris, en la nota a pie de página donde traza un perfil biográfico de ella, afirma esto: "Anticonvencional australiana y una de las primeras seguidoras de Rudolf Steiner, mostró siempre gran interés hacia el pensamiento esotérico. Yo no llegué a conocerla personalmente, pero algunos de mis amigos sí" (página 14). ¿Cómo es posible que no la conociera personalmente, si unos párrafos antes afirma que conoció a Hedsel mientras este hablaba con ella? ¿Acaso eso podría significar que nunca conoció a Hedsel, porque nunca estuvo Hedsel en esa exposición del 25 de octubre de 1955 y ese hipotético primer encuentro es un épico invento ficticio para que coincida con el mítico pintor, esoterocultista y mago ceremonial británico Austin Osman Spare, inventor de los sigilos, usados desde la segunda mitad del siglo XX por cualquier practicante de magia ocultista?

Tras hablar largo y tendido de Spare, ensalzándolo como el prodigio de personalidad mágica, "eléctrica" y hechizante que fue, haciendo hincapié en su penetrante mirada escrutadora o el diseño capilar presente en su rostro, todo ello parece tener un claro interés de tensión y preparación previa para la portentosa presentación introductoria del verdadero protagonista, afirmando esto: "Aunque Spare fue el primero que captó mi atención, no me fue posible dejar de reparar en su acompañante. Incluso en medio del grupo de distinguidos pintores y poetas congregados para rendir tributo a Spare, aquel hombre destacaba como persona de una entidad extraordinaria. Me sentí como obligado a estudiarlo más detenidamente" (página 16). Se refiere, obviamente, a Mark Hedsel. Inmediatamente después añade: "Yo no sabía quién era Mark Hedsel, pero su actitud serena y refinada, y el gran aplomo de sus ademanes me revelaron que estaba dotado de una gran personalidad. Al mismo tiempo tenía la sensación inexplicable, pero muy clara, de haberlo conocido antes. [...] Sería difícil adivinar su edad, pero me figuré que andaría cerca de los treinta. Aunque aquella jornada de octubre no era especialmente fría, llevaba una bufanda azul oscuro al cuello y usaba boina al estilo de los pintores franceses.  Bajo el brazo portaba un bolso de mano. [...] El estilo de Hedsel era el de un dandy, la bufanda suelta, cayendo elegantemente por fuera. Imaginé que se habría esperado un detalle así, de refinamiento culto, por parte de aquel ocultista elegante y misterioso llamado el Conde de Saint-Germain" (páginas 16 y 17). Mejor imposible. Es la clara presentación literaria arquetípica y enigmática de un "maestro instructor".

El segundo encuentro "casual" con Hedsel no es menos arquetípico, poco después de su hipotético primer encuentro en la galería Archer londinense. Tiene lugar, según Ovason, un jueves, transcurrido casi un mes del primer encuentro, en la librería Atlantis, una de las dos librerías londinenses especializadas en esoterocultismo que existían en ese momento. La narración literaria de cómo conoce al dueño dos años antes y cómo tropieza con Hedsel por segunda vez es más extensa y no menos arquetípica, mágica y evocadora, así que lo mejor es leerla directamente.

Uno de los mejores aspectos que vuelven tan prodigiosa esta incomparable obra maestra del esoterocultismo, son las eruditas notas a pie de página, principalmente de Ovason, pero también atribuidas a Hedsel en ocasiones. Eso hace que el libro sea cuasi académico y enciclopédico, plagado de referencias y fuentes solventes, incluso cuando se vuelve demasiado especulativo, aunque siempre alejado de los infumables credos doctrinales y chabacanos que tantos autodenominados esoterocultistas se han permitido escribir, presentar y vender como buenos o válidos sin ir más allá de su imaginación e invenciones ficticias propias.

En la página 26 Ovason "desvela" el momento en el que Hedsel le pidió escribir el libro: según cuenta, sucedió "el último lunes de agosto de 1991". Arreglo a la conversación que tienen, siempre y cuando la tomemos como cierta y no como un ejercicio literario, se deduce que Hedsel le contaría toda su vida y Ovason la pondría por escrito, transformándola en el libro que finalmente se publicaría como El celador (The Zelator, en inglés original). Pero si analizamos la conversación prestando atención al detalle, sacamos cosas más que interesantes, pues Hedsel comenta en la página 27 que "todavía viven algunas de las personas con las que trabajé. Habrá que cambiar los nombres y los lugares, supongo". Entonces Ovason le responde: "nos convertiremos en unos maestros del disimulo", replicándole Hedsel esto: "[...] Las grandes verdades siempre vienen disfrazadas. A fin de cuentas, el mundo material como mucho es una máscara del Mundo Espiritual. Creo que por eso Michael Juste (se refiere al dueño de la librería esoterocultista Atlantis donde presuntamente se encontraron ambos por segunda vez a finales de 1955) tenía un busto suyo en la tienda". Ovason le pregunta: "¿Cómo disfraz?". Y nuevamente Hedsel le responde: "Ha exteriorizado su máscara. Es mejor llevar la máscara por fuera". Entonces Ovason reflexiona para sí escribiendo: "Entendí lo que quería decir. No hay que hacer caso de las mentiras. Las máscaras son mentiras en cierto modo". ¿Cómo? ¿Perdón? ¿Qué me estás contando? Bueno, cada cual deberá sacar sus propias conclusiones.

En la página 30 viene un punto de inflexión, cuando Ovason afirma, nada más dar comienzo la página y como finalización de la hipotética conversación que tuvieron en pleno verano de 1991 sobre la escritura del que acabaría siendo el mejor libro de esoterocultismo que se ha escrito jamás, según yo lo veo, algo muy relevante: "Mark Hedsel murió en 1997, sin llegar a ver terminada esta obra". Inmediatamente después especula sobre los "aditamentos novelescos a la muerte de los maestros e iniciados" (su claro ejemplo por definición en el caso de ser Hedsel una persona real), volviendo a referirse al mentado Conde de Saint-Germain, considerado un farsante, impostor y embaucador por cualquier estudioso serio, excepto para quienes profesan el esoterocultismo, son muy cercanos a él o están muy influenciados por él. Sigue Ovason especulando sobre la muerte de un iniciado en estos términos: "La muerte de un iniciado por lo general es bastante distinta de la de un no iniciado. El verdadero iniciado no necesita pasar años de purgatorio en el plano espiritual, sino que está autorizado a regresar con relativa prontitud al mundo material para habitar un nuevo cuerpo físico".

Bueno, aquí podemos ver una de las creencias más populares en el esoterocultismo, aunque infundada (creencia que pude estudiar y aprender teóricamente durante años, pero de la cual no tengo noticias evidentes ni fehacientes a ningún nivel, tras pasar tres décadas indagando y explorando). No tengo la certeza, pues eso es imposible de obtener en estas cuestiones metafísicas, pero mis vivencias me conducen hacia otra realidad postmortem bastante distinta. Y sí, ahí es visible un tanto la influencia cristiana condicionante: ¿Purgatorio en el plano espiritual? La primera acepción de la RAE define la palabra purgatorio así: "En la doctrina católica, estado de quienes, habiendo muerto en gracia de Dios, necesitan aún purificarse para alcanzar la gloria".

El purgatorio es un concepto religioso que, si bien está presente en otras religiones, aunque con nombres y detalles distintos, no obstante es una invención particular del cristianismo, concretamente presente en la teología católica y copta, definiéndose como un estado inmaterial y transitorio del alma, cuya finalidad es la expiación purificadora de los pecados perdonados, pero también de los pecados veniales que no han sido perdonados, para poder alcanzar la visión beatífica de Dios. Se trata, por tanto, de un invento religioso doctrinal y dogmático, dirigido a creyentes que deseen aceptarlo como tal, pero sin ningún tipo de evidencia ni realidad plausible más allá de la mera fe, cuyo fundamento es el levantamiento de una barrera de presuntas respuestas para no explorar ni atravesar los límites de la realidad, pues si lo hacemos pronto descubriremos que esa creencia, junto con muchas otras, no tiene el más mínimo fundamento. ¿Tendrá razón Mark Booth después de todo y El camino del loco tiene un mensaje cristiano? Es muy posible, teniendo en cuenta que casi todo el esoterocultismo occidental está fuertemente impregnado de judaísmo y cristianismo, como el oriental lo está de hinduismo y budismo.

Pero no deja de ser curioso lo afirmado en la página 31: "[...] Mark Hedsel murió, en efecto, es decir, que traspasó del plano físico de la experiencia que nos es familiar". A continuación nos cuenta Ovason que él estuvo a su lado hasta el final y luego se encargó de la incineración y de llevar sus cenizas a la Sagrada di San Michele, una abadía medieval ubicada en la cima del monte Pirchiriano, en el Valle de Susa, Piamonte, Turín, Italia. En otras palabras, que solo Ovason estuvo hasta el final y se encargó de hacerlo desaparecer como si fuera polvo que se lleva el aire; un final perfecto para un esoterocultista, pero también para un personaje arquetípico de ficción, pues entonces nadie puede corroborar la veracidad y por tanto existencia de Mark Hedsel. ¿Puede haber un arquetipo de "maestro instructor" más, al menos, literariamente perfecto?

Pero, por si acaso no era ya arquetípicamente impecable, resulta que en realidad la propia creencia de Hedsel, a la que había llegado tras una especie de "revelación" interior, era que en una vida anterior del siglo XII fue el encargado de supervisar las esculturas de la bóveda de aquel complejo arquitectónico monástico, de ahí su profunda conexión con la Sagrada di San Michele. Por eso afirma Ovason: "Esparcir el polvo sobre aquellos peldaños fue algo más que despedir simbólicamente un tránsito terrenal, fue el reconocimiento de que acababa de llegar a su conclusión todo un ciclo misional".

Solo puedo quedar boquiabierto y perplejo, sin salir todavía de mi asombro, diciendo: guau. No sé si Mark Hedsel fue una persona real y todo lo contado en El camino del loco es verídico, o al menos basado en hechos reales, pero lo que sí sé por experiencia propia es que nunca he visto ni leído nada parecido en toda la literatura esoterocultista ni espiritual. Nadie ha captado ni clavado tanto la esencia del esoterocultismo como Ovason con este libro, sea verdad lo de Hedsel, sea una máscara de disimulo, no importa.


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