El neoiberismo
Daba comienzo septiembre de 2010 cuando llegó la necesidad irracional, visceral y más imperiosa de toda mi vida, tras siete meses de Proyecto Ac.Co y en su plenitud: ejercer un sacerdocio religioso.
En ese momento estaba atravesando un difícil tránsito vital: en tres meses se terminaba la prestación por desempleo y no había en el horizonte ni una mínima señal de la posible rentabilidad económica del proyecto personal por el que había apostado mi vida y futuro.
Cualquiera que sea humano y tenga la mayoría de edad legal como mínimo, ya sabe y es muy consciente del condicionamiento y condena ineludible que le espera a él (o a ella o al "género" con el que decida identificarse a nivel personal) y a su descendencia (si decide consciente o inconscientemente tenerla) durante el resto de la vida. Muy probablemente lo sepa antes de alcanzar esa mayoría de edad: necesita dinero para todo y precisamente la característica del dinero es que representa un acuerdo social implícito o explícito, subjetivo, especulativo y mucho más virtual que real, por el cual casi siempre se pide algo a cambio; algo que, por norma general, implica entregar tu tiempo de vida, así como talentos, capacidades y esfuerzos, sean materiales, sean intelectuales, sean ambos, no importa. Probablemente el dinero y su obtención sea la mayor fuente de preocupación y problemas con diferencia.
Estuviera o no de acuerdo (tampoco nadie me lo preguntó nunca) me tocó "pasar por el aro" como le toca pasar a todos, solo por el hecho de estar vivo. A mi juicio el dinero es una "máquina apisonadora" que lo arrolla todo a su paso y nadie se escapa. Y al mismo tiempo también es el mayor desenmascarador. Ante él todos nos mostramos tal y como verdaderamente somos en esencia.
Así que mi cabeza empezó a pensar y pensar lo inevitable: "bueno, chaval, llegó el momento de la verdad... ¿Qué vas a hacer con tu vida a partir del 1 de enero de 2011 cuando finalice la prestación y te quedes a la intemperie? Sinceramente y viendo lo complicado que resulta el hecho de que alguien te pague por tus aportaciones, ideas, intereses o proyectos, no tenía mucha esperanza que digamos. Maquinando y volviendo a maquinar, un muy buen amigo alcoyano llamado Daniel Balaguer no se lo pensó ni un instante: decidió meterme en su trabajo. Pero había un problema nada baladí: necesitaba unos estudios mínimos que no tenía, pues el trabajo era de monitor en una fundación para la rehabilitación de drogodependientes. Dani, sin pensárselo un segundo, decidió literalmente falsificar la titulación necesaria, partiendo de la suya. Y la verdad es que hizo un trabajo excelente. Dominaba la informática como pocos. Aunque cuando ya lo teníamos todo en marcha, me entraron dudas porque Dani se jugaba su trabajo si nos descubrían y no se me ocurrió mejor opción que preguntarle a la amiga psicóloga de mi madre (pues yo seguía sin hablarme con ella). La psicóloga, que en realidad desempeñaba el cargo de trabajadora social en el ayuntamiento (como ya conté), muy acertada en su proceder, me disuadió con rapidez de esa estrategia descabellada. Entonces decidió ofrecerme una alternativa: meterme en un curso de cuidados de atención a la dependencia en Cáritas. Así podría formarme durante unos meses para trabajar como cuidador después.
El curso dio comienzo en septiembre de 2010. Al principio no me percaté de nada, pero tras un comentario fortuito sobre mí de la psicóloga a una joven compañera de trabajo en el ayuntamiento y también el curso, con la que confraternicé debido a intereses mutuos relacionados con el hinduismo en general y el vedanta advaita en particular, descubrí la verdad subyacente: me había metido en un curso enfocado a personas que sufrían diversos trastornos mentales. Ahí fue donde más me di cuenta del estigma que había dejado la creencia infundada (sin diagnóstico ni tratamiento psiquiátrico) en mi presunta e hipotética "enfermedad mental" imaginaria. Y no fue nada agradable ver la falsedad hipócrita y el comportamiento de "doble rasero" condescendiente con la gente cercana, más todavía teniendo en cuenta que quien más hablaba, era en realidad quien más debía callar. Pero así son a veces las cosas en el mundo humano.
Entonces llegó ese momento citado al principio, la necesidad irracional, visceral e imperiosa: de repente, sentí de manera irrefrenable que debía ejercer un sacerdocio religioso. ¿Qué? ¿Un sacerdocio religioso, dices? Ahora sí que parecía estar justificada toda suspicacia y duda sobre mi salud mental o cordura. Comprensible, la verdad. Pero un verdadero loco como yo no lo vio de esa manera ni de broma, sino que me dejé llevar por la situación, pues sabía de sobra que me conduciría a vivir no pocas aventuras en mi investigación sobre los límites de la realidad. Y acerté de pleno, aunque nunca, como ya es previsible, hubiera podido imaginar los resultados y la redirección, por el tiempo, en la que desembocaría esa nueva "locura".
Como es obvio, el cristianismo no podía satisfacer mi necesidad imperiosa, ni el católico, ni el ortodoxo, ni tampoco el protestante. Principalmente esto era así porque hay una imposibilidad lógica, racional y de cajón en mi inteligencia que, por algún motivo desconocido, me impide creer en sus invenciones teológicas, mesiánicas y soteriológicas. Toda su historia y doctrina se fundamenta en la presunta existencia histórica real de un personaje central al que llama Jesús de Nazaret o Jesucristo. Como ya expliqué anteriormente, no puedo creer ni aceptar que ese personaje religioso fuera algo más que una mera invención mitológica. Por extensión pasa lo mismo con el resto de religiones abrahámicas del libro, debido a un motivo u otro. ¿Será Satán la explicación y el culpable? Sí, seguro. Es muy posible, pues su figura, historia y las creencias atribuidas a su proceder, me parecen mucho más interesantes de largo, a todos los niveles. Aunque eso sí: evidentemente como personaje mitológico e ideológico de ficción, no como un ser ontológicamente real. Y lo mismo se aplica a los dioses, las diosas y el dios abrahámico de judíos, cristianos y musulmanes.
No recuerdo con exactitud cómo realicé el descubrimiento, pero creo que fue al acudir un día de tantos a la librería Llorens de Alcoy y ver un libro que hablaba de la brujería. En aquel momento solo tenía en la cabeza la idea popular de esa espuria invención cristiana totalmente falsa. No podía ni imaginar que la brujería sería reclamada, al comienzo de la segunda mitad del siglo XX, como un sistema de creencias completo y legítimo. Mucho menos como una religión practicada y profesada por, aproximadamente, unos tres millones de personas en el mundo, destacando los países anglosajones. Solían llamarla en estos ambientes "vieja religión de la naturaleza", pretendiendo remontarla hasta la más primitiva antigüedad paleolítica, aunque en realidad se trataba de una simple leyenda de perpetuación. Pero el nombre con el que se popularizaría fue wicca.
La wicca fue inventada por el escritor británico Gerald Brousseau Gardner, nacido el 13 de junio de 1884 en Blundellsands, Lancashire, Reino Unido y fallecido el 12 de febrero de 1964 en un barco que se dirigía al Líbano, debido a un infarto de miocardio. Tras desarrollar varios trabajos y viajar a Borneo y Malasia buscando un clima cálido para su afección asmática, adoptó finalmente la práctica del naturismo para intentar mejorar la salud. Regresó al Reino Unido y también se interesó por el esoterocultismo después de 1936, tras cumplir los 52 años de edad. Todas las creencias que adoptó durante su aprendizaje naturista las trasladaría y reflejaría en su posterior, más célebre y exitosa creación: la wicca. Durante la década comprendida entre 1939 y 1949 publicó dos obras de ficción mágica. Pero no fue hasta 1954, cuando publicó su primer ensayo sobre la brujería, que dio comienzo a la creación de la religión neopagana más popular desde entonces, basada en una inspiración celta y a la cual decidió llamar wicca.
Sus dudosas y nunca verificadas afirmaciones fantasiosas se basaban en una presunta "iniciación a la brujería" cual "tradición religiosa", que él habría recibido, hipotéticamente, en 1939, proponiendo una evocadora (pero falsa) continuación del paganismo europeo. De esta manera y aunque fuera todo una invención de su propia cosecha, le arrebató el dominio del discurso sobre la brujería al no menos falso e impostor cristianismo, para reinventarlo con otra perspectiva, asociada a los reconstruccionismos celtas, reclamando una interesante "tradición religiosa brujeril".
Si bien Gardner no fue el inventor del neopaganismo, al menos sí creó la religión neopagana más influyente y practicada del mundo. En realidad la influencia principal de Gardner fue el mago ceremonial y ocultista británico Aleister Crowley (1875-1947), a través de su organización sectaria OTO (Ordo Templi Orientis), a la cual perteneció antes de fundar la wicca. De hecho, los tres grados de iniciación a la wicca gardneriana están ampliamente inspirados en el trabajo de Crowley (en algunos puntos más bien copiados, como en el caso del tercero, partiendo de la crowleyana misa gnóstica). De todas formas, la wicca en realidad no es solo una creación de Gardner, sino de Doreen Valiente (1922-1999), escritora y suma sacerdotisa wiccana británica, que se convirtió en su más estrecha colaboradora.
En la librería Llorens encontré el libro que supondría un punto de inflexión muy importante en mi vida, no solo al permitirme una autoiniciación a la wicca, sino el deseado ejercicio de un sacerdocio religioso que no tuviera que pasar por las impostoras (a mi juicio) religiones abrahámicas. Hablo de El libro completo de la brujería de Buckland publicado en 1990 por Luis Cárcamo Editor. Fue escrito por el influyente devoto wiccano británico Raymond Buckland (1934-2017), el fundador de la tradición Seax-Wicca o tradición sajona de la brujería, centrada en la adoración de divinidades germanas sajonas, aunque no es un reconstruccionismo. Fue el encargado de extender la wicca por Estados Unidos.
Pero en este caso el significativo manual de Buckland iba ideado para la autoiniciación, mostrando aspectos sincréticos de todos los enfoques wiccanianos, que no hay pocos, por tanto, era, a mi parecer, el mejor manual que se podía usar para un primer acercamiento a esta popular religión neopagana y poder empezar a desarrollar sin problema un ejercicio sacerdotal religioso sin tener que pasar por las rígidas jerarquías institucionalizadas de las religiones más profesadas, no solo en Occidente sino también en Oriente.
Pero lo más importante de la aparición en mi vida de las singulares concepciones religiosas presentadas por los neopaganismos en general, fueran reconstruccionismos, como el neodruidismo y ásatrú, o invenciones completamente nuevas, como la wicca, fue entender ya por fin el motivo por el cual las ajenas religiones abrahámicas, originadas en Oriente Medio y no Europa ni Occidente, en un momento histórico muy particular, me generaban un rechazo como algo ajeno y extraño a nuestro verdadero pasado precristiano.
Así fue como me embarqué en una serie de descubrimientos subjetivos y aspectos históricos que empecé a intuir y enlazar con aquello que acabé catalogando como "recuperación ancestral del pasado rememorado". De esta manera y simultáneamente, también fui descubriendo que mi rechazo visceral a los monoteísmos originados en Oriente Medio, era porque en el fondo representaban una usurpación del pasado anterior a su existencia, cuya consecuencia terminaba en la implantación de un "olvido desmemorado". Esto implicaba que hubiéramos perdido la conexión con nuestro pasado ancestral para olvidarlo. Y eso también nos hacía estar perdidos, aturdidos y desorientados. Aunque pronto tropecé con las ilegítimas pretensiones de ciertos grupos políticos ultraderechistas, con retorcidos intereses torticeros, como los reclamos neonazis de ciertos neopaganismos supeditados a la ideología política de extrema derecha a la que le profesaban su verdadera fe y creencia, siendo esas ideologías políticas simplemente producto derivado de los totalitarismos de entreguerras, destacando el fascismo italiano y principalmente el nacionalsocialismo alemán.
Todo empezó con Buckland y su valioso manual de autoiniciación wiccaniana el 15 de enero de 2011. Me embarcaba en una nueva aventura, tras quedarme otra vez a la intemperie y tener que "buscarme la vida". La relación con mi madre fue retomada de la manera más inesperada, cuando, un par de meses antes, su amiga psicóloga, pasó por mi casa para avisarme de que le estaban haciendo pruebas médicas porque mi progenitora tenía algo anormal en el útero, que resultó ser un cáncer. Así fue como me reconcilié temporalmente con ella y volví a su casa mientras se recuperaba. Bueno, en realidad me quedaba sin vivienda poco después, así que, por una parte me vino "de perlas", pero por otra parte era volver a los mismos errores y dinámicas de siempre. Pero en este caso fue mucho "peor el remedio que la enfermedad". No estuve lúcido ni nada acertado, comportándome como un miserable ladrón desagradecido cuando, a los pocos meses de estar allí, sin dinero, frustrado y sin expectativas de futuro porque el proyecto no daba réditos, no se me pudo ocurrir nada mejor que robarle unas joyas de oro y empeñarlas por 1.000 euros, obcecado en no buscar un trabajo remunerado, con los cuales me compré libros de mitología griega y celta, wicca, esoterocultismo o magia ceremonial. Al principio no, pero poco después, como era obvio, mi madre descubrió la fechoría y eso fue un significativo punto de inflexión a todos los niveles entre nosotros. Así que en ese momento supe que debía "ponerme las pilas" para centrarme en mi proyecto principal, mientras exploraba el pasado europeo ancestral sin interferencias cristianas ni musulmanas, ajenas y usurpadoras. Sabía en el fondo que todo había cambiado desde mi independencia y aquello solo era un tránsito vital de una duración determinada pero lo más breve posible, aunque al final se extendió dos años.
Desde el principio de mi ejercicio sacerdotal neopagano, hubo algo que me llamó la atención: la wicca estaba inspirada en la cultura celta, aunque sin ser un reconstruccionismo. Esto me llevó a sentir que en realidad no estaba recuperando con exactitud el "recuerdo rememorado" de los ancestros de mi tierra natal, la península ibérica. Si bien es cierto que las zonas del centro y el norte de la península estuvieron habitadas por celtíberos, no obstante la Celtiberia solo representaba una parte algo alejada de la cultura peninsular ancestral. Incluso de la cultura celta gala y británica. Por eso, al estudiar la cuestión más a fondo (cuestión que hasta ese momento no me había interesado lo más mínimo), descubrí nuestro pasado ancestral ibero, en el caso que me incumbía a mí, gimneta y contestano (los dos pueblos iberos que habitaron el sureste peninsular, aproximadamente entre los siglos VII antes de la Era Común y III de la Era Común).
De esta manera y al poco tiempo, me distancié un tanto de la práctica wiccana, para fundar una religión neopagana de cuño propio, que buscara la recuperación directa del recuerdo ancestral ibero y celtíbero rememorado, a la que llamé neoiberismo, intentando ser más bien un reconstruccionismo religioso ibero. Pero enseguida tropecé con el mayor escollo de mi vida: la falta de información histórica y arqueológica. Lo único que sabemos con certeza es que no tenemos prácticamente ninguna idea exacta sobre los iberos y sus creencias religiosas, más allá de aquello que, durante la romanización, escribieron los historiadores romanos.
Desde el 2 de febrero de 2011, mientras celebraba el sabbat neopagano Imbolc en la cumbre de la Serreta (montaña con restos arqueológicos de un poblado, santuario y necrópolis ibera, ubicada entre los términos municipales de Alcoy, Cocentaina y Penáguila), cuando sentí el distanciamiento con la wicca y el comienzo del neoiberismo, hasta el 2 de enero de 2020, cuando encontré en la librería Códex de Orihuela el libro Los iberos. Imágenes y mitos de Iberia, escrito por el eminente arqueólogo español Rafael Ramos Fernández (1942-2021), tal vez el mayor experto en la cultura ibera de la Contestania, solo sentí la frustración de no poder consolidar mi nuevo y segundo proyecto de vida, la religión neopagana que supusiera una verdadera y genuina oportunidad para recuperar el recuerdo rememorado de mis ancestros peninsulares precristianos.
Pero gracias a la aparición del crucial libro escrito por Rafael Ramos y sus aportaciones, pude escribir, en la segunda mitad de 2021, una novela corta de ficción que funciona como un grimorio de autoiniciación personal al neoiberismo y, por fin, recuperar el recuerdo ancestral de los iberos, aunque solo se trate de aproximaciones arriesgadas pero no exactas.






